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sonando al mismo tiempo de católicos; y lo singular es, que ellos son tambien los mismos que han adoptado las máximas mil veces proclamadas por los novadores, defendiendo la potestad de los Obispos tan estensa y plena como la del Papa. En su boca el testo de Jesucristo: "Tú >>eres piedra, y sobre esta piedra edificaré mi » Iglesia," no consigna ningun privilegio á San Pedro que no comprenda tambien á los demás Apóstoles. Las palabras: "Yo te daré las llaves » de los cielos, &c.," deben entenderse igualmente de los Obispos, en cuyos términos se esplican siempre, aunque se los reconvenga con otros mil irrecusables testimonios.

En general, á V. M. consta por el contenido de esta esposicion, que me ha sido preciso ir inquiriendo de siglo en siglo los documentos. y cánones de los Concilios nacionales para dejar incontestable la supremacía de los Papas, acatada siempre por la Iglesia hispana. V. M. sabe tambien que en esta pugna incesante no ha habido género de argucias de que los novadores no se hayan valido; y que habiéndolas desvanecido todas y rebatido los sofismas, nos encontramos por fin con los concordatos, escritura propiamente nacional y de primer orden, que parecia la mas á propósito para imponer silencio y fijar decisivamente la opinion. Con todo, nada ha bastado para convencerles, pues á pesar de los testos de la Biblia, de la autoridad de los Concilios, de una tradicion constante y del concordato, siempre han insistido

citará en ninguna materia que no lleve distintamente impreso el caracter de esterna de una ú otra suerte, y que pueda sustraerse de la mano poderosa del Gobierno? ¿Se habla de culto? ¿Qué espectáculo mas esterno, si bien lo reflexionamos, que el aparato magnífico de las ceremonia's magestuosas que desplega la Iglesia católica en sus solemnes festividades? El canto de los sacerdotes, el acompañamiento de los ministros, las incensaciones, los órganos, los instrumentos músicos, la armonía de sus voces; todo cuanto se emplea en el esplendor y lustre de las funciones religiosas, ¿no está destinado á imprimir los sentimientos de veneracion y amor filial por medio de la vista, del oido y nuestros órganos esternos, que se comunican misteriosamente con el alma? Cuando los Obispos y los ministros evangélicos, en cumplimiento de su obligacion, esplican la doctrina cristiana, predican y exhortan á la penitencia, ¿no ejercitan en realidad para introducirse en el corazon de sus oyentes por el órgano de la voz actos propiamente esternos? Lo mismo sucede en los demás ministerios de la religion, comprendidos los Sacramentos. En el Bautismo los padrinos presentan al recien nacido en el seno de la Iglesia, se solemniza su filiacion con mil ceremonias. misteriosas, se le unge la cabeza, &c., &c., se derrama sobre ella el agua mística que le saca del poder de Satanás y le entrega á Jesucristo; y cuando haya terminado ya el curso de su vida, ó mejor diré al encontrarse en las postri

merías, le ungirán uno por uno todos los sentidos para purgarlos de las reliquias del pecado. ¿Qué funciones y ejercicios mas esternos? No hablaré de la multitud de signos de otra clase que intervienen en la celebracion del matrimonio, las arras, la tradicion simbólica, el ósculo, el abrazo nupcial, las palabras características de los esponsales: no tocaré tampoco, trasladándome al sacramento del Orden, el sinnúmero de actos esternos que se multiplican en la imposicion de manos, uncion del crisma, &c., &c., de que abundan tanto las rúbricas del ritual romano, y sí me contraeré al sacramento de la Penitencia. ¿Qué acto mas espiritual que el pensamiento reservado de nuestras almas? ¿Qué deseos mas ocultos que los consentidos por el pecador y nunca manifestados? Pues no obstante, si ha de reconciliarse con nuestro divino Salvador y alcanzar el perdon de sus detestables culpas, es preciso que las confiese y sensibilice el dolor, valiéndome de la palabra propia; y tambien que el sacerdote le oiga, entienda y absuelva pronunciando las palabras sacramentales, y dándole la bendicion en forma. En suma, la disciplina canónica es indistintamente sensible y esterior; de lo que inferimos, que si al Gobierno perteneciese semejante cargo, sería árbitro absoluto de la Iglesia.

7. Bien persuadidos los sofistas de estas consecuencias, le han prodigado á manos llenas facultades; y asi es que no hay materia

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ninguna que no le hayan sometido en sus periódicos asalariados. La notoriedad de esta asercion me dispensa de corroborarla con mas pruebas; pero no pasaré en silencio el mortal odio con que han atacado la predicacion, privilegio sagrado de la Iglesia, en el que se funda su perpétuo triunfo. La particular de España, llamada por Dios para tan digħa empresa, habia creado con especial solicitud el plantel escogido de operarios, que abrazando bajo las alas de su caridad el universo, dilataban el dominio de la fe, infatigables en sus trabajos apostólicos: pero esta profesion edificante, que habia pasado hasta ahora por heróica, era la que mas aborrecian los sofistas, quienes, conjurados contra los institutos religiosos, destruyeron á fuerza de revoluciones la obra de nuestros padres; cegaron el manantial copioso de la sangre del martirio, con el que regados los campos de la fe se recogian despues opimos frutos; retiraron sus brazos de mil naciones sentadas á la sombra de la muerte en espectativa de nuestros heróicos misioneros; consintieron á la Francia colocarse al frente de la propagacion de la fe; y reduciendo el servicio de la religion á los ministros ordinarios, no se avergonzaron de que la Iglesia hispana, á semejanza de las sectas de los nestorianos y eutiquianos en el Asia, y luteranos y calvinistas en Europa, se estrechase en los límites de su territorio, abandonando las gentes á las tinieblas del politeismo. Una hostilidad tan escandalosa contra el

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progreso

del

Evangelio escede, no lo negaré, las opiniones mas exageradas de los teólogos y canonistas, preocupados acerca de la disciplina esterna; pero como el partido revolucionario lleva por delante gobernar la Iglesia al modo de una sociedad humana, se vale para conseguir el fin de sus ideas de otros argumentos tomados de los protestantes, que me propongo ahora recorrer aparte con el designio de seguir el curso gradual de los errores, vindicar la independencia de la Iglesia, y rebatir uno por uno-los sofismas en que pretenden apoyarse,

CAPÍTULO II.

Continúan las pruebas.-Division fantástica del hombre.-La Iglesia en el Estado.- Mi reino no es de este mundo. Incompatibilidad de dos soberanías.— Derecho de proteccion.

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1. Entre el número de cavilaciones insidiosas con que los sectarios han intentado sostener la supremacía del Estado en la reforma, se ha hecho un lugar muy conocido la fantástica division del hombre contraida á la política, segun la que el cuerpo debe pertenecer al Gobierno y á la Iglesia el alma: sistema que se

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