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diria inventado por el sutil Escoto ó la escuela de los nominales, y que sin embargo ha adoptado con aceptacion en España el partido revolucionario; siendo de notar que los mas de sus individuos, admiradores de la filosofía material de Helvecio, todo lo esplican por los órganos. La posteridad no podria creer un delirio tan injurioso á la dignidad del hombre si no le hallase comprobado en mil escritos políticos y discursos parlamentarios. Los que están medianamente instruidos en la historia del protestantismo, y saben que el sistema favorito de aquellos príncipes para dorar su usurpacion ha sido, como acredita el radical Cobbet, asalariar las plumas distinguidas, á fin de persuadir al pueblo de que la reforma de la Iglesia es una prerogativa inherente á la Corona, nada se estrañan de que los escritores coligados se empeñasen con calor en adquirir pensiones y libras esterlinas inventando argumentos á costa de su reputacion; pero á la mitad del siglo XIX, en el reino católico de España, venir los revolucionarios reproduciendo especies tan ignominiosas á la faz de la ilustracion universal que se estiende por Europa, no deja de causar sorpresa. ¡Qué ignorancia! Por ventura no forma el hombre un todo de alma y cuerpo tan indivisible como inseparable? La comunicacion entre ambos comparece misteriosa, pero no por eso deja de ser cierta. El cuerpo en pluma de Ciceron es un apéndice del alma, ó, valiéndome del mismo concepto amplificado por Bonald, el alma no

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representa mas que un espíritu servido por los órganos corporales. Asi. que, la sana filosofía deberia haber preservado de tales delirios á los revolucionarios si se hubiesen conducido por el destello de sus luces, puesto que segun la referida esplicacion, tanto el Estado como la Iglesia ejerce un derecho relativo en el cuerpo y alma del hombre. Mas ya que nos vemos precisados á tocar un punto tan metafísico observaré con esta ocasion, que á los ojos de la fe se descubren relaciones mas profundas, originales, sublimes y mucho mas consoladoras que las que la razon nos denunciaba entre la parte corporal y espiritual del hombre. En efecto, penetrando en el santuario de la revelacion, advertimos al instante con una grata sorpresa que el cuerpo del cristiano es miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo, compañero inseparable de su alma. Hay mas: en medio de esta union tan íntima y perpétua existe por desgracia una contradiccion abierta entre ambos; existe una ley diferente y enteramente opuesta entre ellos: el cuerpo sigue la de la concupiscencia; el espíritu reconoce la de Dios. De esta pugna nunca interrumpida depende el término final del hombre. El cuerpo se reunirá al alma en la eternidad, y participará de sus premios ó castigos segun la victoria del espíritu ó de la carne.

2. La Iglesia, pues, atenta á esta lucha del cristiano, se vale de su autoridad y disci•plina para que prevalezca la ley espiritual. Con

tan piadosa y maternal solicitud ejerce un imperio verdadero en nuestros cuerpos; y á fin de reducirles á la servidumbre sujetando la concupiscencia, les acorta el sueño, les cercena la comida, les impone abstinencias, les priva de los espectáculos, y no les olvida ni en la muerte, pues aun entonces se apodera de los cadáveres, que un dia resucitarán para padecer ó gozar eternamente en compañía de las almas. ¡Qué admirables, qué halagüeñas consideraciones presentan estas ideas religiosas! Los políticos que se han esplicado de otro modo han dado poco honor á sus talentos, y menos á la potestad civil, de la que se muestran tan celosos. El cuerpo y el alma de los ciudadanos están subordinados al Gobierno por principios de religion; el alma y el cuerpo de los mismos se haIlan igualmente sometidos á la Iglesia, y segun las relaciones respectivas de ambas autoridades, se sostienen y fortifican mútuamente. El ciudadano que presta juramento de fidelidad á Isabel II queda ligado delante de Dios y de los hombres; y esta union íntima de las palabras con el corazon, que se remiten ante el tribunal del Todopoderoso, es lo que constituye la fuerza radical del pacto é inspira la confianza del Gobierno.

3.o La luz de esta verdad detiene á los sofistas, pero no se desaniman. Habiéndoles enseñado la esperiencia que su ilusoria division del cuerpo y alma del hombre ha tropezado en todas partes con la burla; viéndose tambien desam

á

parados en la lid de sus primeros auxiliares, prosiguen no obstante en su carrera de desorden, apoyados en la falsa política del mundo; ciencia funesta que, arrostrando todo género de atentados, no reconoce mas límites que los de la fuerza. De ella trae el origen la pomposa frase de que la Iglesia está en el Estado, de que voy a hablar; axioma ambíguo, con el que han llegado á persuadir á muchos literatos de que el Gobierno posee el derecho de arreglar la disciplina eclesiástica de cualquier modo que se esplique la palabra disciplina. Todo consiste en una misma causa, que es el arte de que se han valido los novadores para introducirla. Las mas de las obras de derecho público producidas desde el tiempo de los enciclopedistas, desechan la revelacion en el fondo de sus sistemas; y bajo tal concepto sientan ciertos axiomas como bases de sus teorías, que admitiéndolos gratuitamente conducen tambien á pasar sin escrúpulo ninguno las legítimas consecuencias que en tal caso se deducen. Concediendo á un autor que la Iglesia se halla en el Estado, segun un deista desenvuelve este principio, nadie puede disputar al príncipe su derecho de gobernarla; mas esplicándola segun dicta la razon se desvanecen uno por uno todos los sofismas. La Iglesia está en el Estado, cierto es; pero con esta única noticia nada adelantaremos respecto de su autoridad ni en pro ni en contra, si no inquiriésemos su origen y el modo de su existencia. Un monarca constitucional se halla en

el Estado, otro absoluto tambien, y cada uno se encuentra de diversa suerte. Es decir, que la razon de hallarse la Iglesia en el Estado no suministra motivo para calificar el grado de su potestad si no investigásemos además la forma con que la dejó establecida Jesucristo. ¿Y bajo de qué forma la fundó? Nada hay mas facil de comprobar con los testos del Evangelio anteriormente citados. Con todo, considerándome ya rebatiendo á los enemigos de la revelacion, á quienes las divinas Escrituras no infunden respeto, me remitiré al testimonio irrecusable de la esperiencia; y examinando la Iglesia primitiva en el cenáculo, investigaré el modo con que apareció entonces en el Estado, pues de la misma suerte que procedió en su origen ha de proseguir hasta la consumacion de los siglos. El cenáculo es la cuna de la Iglesia. Y bien, ¿qué pasó alli? Los Apóstoles puestos en oracion esperaban el cumplimiento de la promesa de Jesucristo: llega el momento, óyese un ruido estrepitoso, siéntese un torbellino, el Espiritu Santo desciende, y acto contínuo los Apóstoles inspirados salen de aquel pequeño recinto y predican el reino de Dios. El Espíritu Santo, los Apóstoles; esta es su forma primitiva; no hay otra, no la habrá. Vengan ahora los políticos esplanando el derecho, que asiste al gefe del Estado para tomar cuentas á todos sus subordinados, les responderé al instante que San Pedro, modelo de la humildad y de la obediencia, no aguardó el permiso del gobierno de

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