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de los pueblos, y por consiguiente la libertad de la Francia quedó á merced de los hombres mas execrables de su suelo. Cada francés nació desde entonces condenado á llevar el fusil al hombro, y matarse por lo que él llamaba libertad, siendo asi que hasta el miserable voto para nombrar representante le tenia que dar gratuitamente á la persona designada por el club del departamento.

14. La España, pues, cuando fue sobrecogida por la irrupcion francesa, tenia que optar entre dos ejemplos diferentes, el uno el. de los Estados americanos, y el otro el de la Asamblea francesa; y por dicha suya en un principio siguió el primero generosamente, consultando la voluntad general de la nacion en su lucha contra Bonaparte, por cuya causa hizo prodigios tan inauditos y tan continuados, que la elevaron al primer pueblo del mundo. La sola idea de resistir á Napoleon, vencedor de tantas naciones belicosas, fue sublime; la de empeñarse en el arrojó con tanta perseverancia, raya en heroismo; y el triunfo que al fin alcanzó despues de una lucha tan horrenda, escede á cuanto se admira en los romanos. ¿Qué comparacion tiene. Annibal al frente de algunos tropeles de bárbaros amenazando á Roma, con setecientos mil franceses veteranos, mandados por Napoleon ó sus célebres mariscales, intimando la rendicion á Zaragoza, Gerona, ó desplegando sus alas en Bailén para aterrar la España? Sin embargo, jamás se deș

animó el pueblo español, porque el Gobierno consultó su voluntad, y la voluntad general de la nación era combatir contra el tirano. Pero tan pronto como los falsos innovadores trataron de someter la opinion general y voluntad del pueblo á sus sistemas revolucionarios, se perdió de vista el ejemplo de los Estados-Unidos americanos, y se sustituyó el de los jacobinos de Francia, creándose para el efecto miles de sociedades secretas (núm. 2.°), de influencia en la Milicia nacional, con cuya cábala cayó al instante en tierra la libertad de España. No distraigo, Señora, de ningun modo la cuestion, antes voy entrando directamente en ella.- Mi designio era manifestar á V. M. que las Cortes no han podido ser nunca la espresion del voto público en materias eclesiásticas, por cuanto constando de los documentos históricos el establecimiento de las sociedades secretas durante la época del año de 20, y ahora de nuevo de las mismas relaciones dadas en las Cortes por los ministros, de las circulares del Gobierno y mil testimonios irrecusables, pues que están depositados en horrores abominables bañados con la sangre de los partidos, queda demostrado tambien que. los tumultos para las elecciones en la mayor parte han sido maniobras de sociedades secretas, sociedades proscriptas por la ley, por la Iglesia, y á las que vigilan tanto los anglo-americanos como al despotismo, conceptuándolas justamente opuestas á la libertad, y, conductoras del espíritu de partido contra la

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voluntad general de las naciones. Si, pues, las Cortes han sido influidas las sociedades sepor cretas en materias eclesiásticas, si las sociedades secretas han influido en la Milicia nacional, y la Milicia nacional ha influido en el desorden de las elecciones, resulta que el arreglo proyectado del clero gira enteramente sobre la fuerza, y esto (advertencia digna de notarse), no por efecto de un motin, de una crisis ó una casualidad adversa, sino por un designio concertado entre los enemigos de la Iglesia, pues estos saben bien que si la voluntad general de la nacion diese la ley, los filiados en las sociedades secretas tendrian que huir mas que de paso, no se contraerian préstamos ominosos de ciento por ciento, y la España, un tiempo admiracion del mundo, que llevó su idioma y la cruz hasta las estremidades de ambos continentes, no sería ahora insultada por los estrangeros pintándola como una factoría inglesa.

15. Sin embargo, doy por concedido que, hablando como ciudadano, me he equivocado en mis juicios, y que los pueblos de España, olvidándose de su renombrada constancia en el catolicismo, llegaran á fascinarse en tales términos que facultasen á sus representantes para reformar la Iglesia y avasallar su independencia; en tal caso digo ahora como Obispo, que no se adelantaria en la cuestion, porque nadie puede dar lo que no tiene, y el derecho de reformar la Iglesia no ha existido, no existe ni

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existirá jamás entre los legos; pues segun se lleva ya probado, nuestro divino Salvador encomendó su régimen á los Obispos, de cuya prerogativa han usado sin intermision hasta el presente, confirmándose asi la palabra divina con diez y ocho siglos y medio de contínua posesion. Los títulos, pues, del obispado están bien patentes: su autoridad consta de la Escritura, su posesion de la historia universal. ¿Cuáles son, pues, los que una nacion alucinada podria esponer contra unos derechos tan sagrados? Por mas que he querido estudiar las frases de los novadores para penetrar sus pensamientos, siempre vienen á parar al gran respeto, fuerza y magestad que lleva consigo el caracter de ciudadanía y la elevada esfera á que se remonta una nacion constituida; pero los que han hablado de este modo pueden haberse convencido por el ejemplo de los Angloamericanos de la mala lógica que usaban en sus consecuencias, pues lejos de que una nacion constituida se halle en estado de reformar la Iglesia, cuanta mas libertad sea la que disfrute, tanto mas espedito deja á cada ciudadano para abrazar el culto que le pareciere sin intervencion ninguna del Gobierno. Si la nacion, pues, para arrogarse el derecho de regir la Iglesia, opusiese á los testos de la divina palabra en favor de los Obispos otros distintos en su pro, aunque fuesen mal aplicados; si en contraposicion de una posesion de tantos siglos alegara una ó muchas escepciones, no sería di

ficil formarse idea de las causas que le encaminaban al error; pero prevalecerse de sus facultades representativas para introducir semejantes pretensiones, es una contradiccion de los mismos principios que profesa.

16. En efecto, si en vez de considerarse á una nacion constituida atacando los derechos de la Iglesia suponemos un tirano en su lugar, el caso se concilia facilmente, pues los tiranos en mas de una ocasion insultaron á la esposa de Jesucristo, desterraron, encarcelaron á los Obispos y los despojaron de sus bienes, porque el tirano no reconoce mas regla que su voluntad. Si en vez, continuaré diciendo, de una nacion constituida se opusiesen á la Iglesia hordas de feroces estrangeros arrojadas del Norte como en los siglos bárbaros, tampoco nos estrañaríamos de la pretension, y los Obispos entonces no se cansarian en tomar la pluma, sino que, adorando los altos juicios de la Providencia, procurarian salvar la fe ocultándose con sus rebaños en los riscos y breñas escondidas hasta que el Señor alzase la vara del castigo. Ultimamente, si irritada la cólera de Dios por la ingratitud y nuevos escándalos de los cristianos permitiese otra vez á los moros enseñorearse de nuestro suelo, los Obispos tampoco se cansarian en alegar razones á los enemigos de la Iglesia, y solo buscarian en la oracion en la caridad el alimento de sus esperanzas. Pero despues que los Obispos, en union con los santos mártires, triunfaron de los tiranos por la

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