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entendernos tampoco en la esplicacion. Cuando, pues, los gobiernos, arrastrados de sus preocupaciones, no pertenecen á nuestra comunion, como por otra parte ejercen la supremacía de la potestad civil segun el orden de la Providencia, nada les impide conducirse con la santa Iglesia cediendo á su propia inclinacion, y al mayor o menor poder de que se hallan revestió dos por sus respectivas constituciones. En tal parte, adictos los príncipes á la idolatría y su persticion, se complacerán en derramar la sangre de los mártires, y renovar los horrores de los primeros siglos, cual efectivamente se repiten ahora en las misiones de la Cochinchina. En tal otra, mas reconciliados con la humanidad, se contentarán con menospreciar la Iglesia católica, y vender á sus sacerdotes el privilegio de profesarla en público, como sucede en los santos lugares y varios otros puntos del imperio otomano. En algunos reinos se les privará del derecho de ciudadanía, del estudio público de la Religion, de su enseñanza, y se les continuará trescientos años el abominable yugo que sufren en Irlanda, ó se les tolerará con menos descrédito, á semejanza de Prusia y varios paises de Alemania. En todos estos paises los gobiernos, en términos políticos, se hallan hábiles para dictar providencias y ejecutarlas sin contradiccion, pues la Iglesia católica reconoce por un principio dogmático tolerar todas las tribulaciones con que Dios la esclarece y purifica, oponiendo la paciencia á la crueldad,

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la mansedumbre al furor, y caminando siempre, sostenida por la fe, á la gran obra de la conversion del mundo. No digo por esto que los católicos no pueden ser simultáneamente ciudadanos, y constituir gobiernos á los que impongan la precisa condicion de pertenecer al seno de la Iglesia, y deponerlos si faltan á esta obligacion; pero aunque esta verdad no admite duda, siempre mostrará que en tal caso los fieles combatirian á sus gobiernos en calidad de ciudadanos, mas de ningun modo como católicos. Asi que, hallándome examinando esclusivamente los derechos de la Iglesia, todo nos confirma en el principio de que cuando, víctima de las vicisitudes, se vea dominada por un gobierno enemigo, necesita resignarse con sus tribulaciones, ofreciéndoselas á Dios sumisamente, hasta que su diestra omnipotente se digne ponerlas término.

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7.o Con todo, tampoco se ha de inferir de esta esplicacion puramente espiritual, que los gobiernos adversarios á la Iglesia quedan auto. rizados para vejarla, escarnecerla ú oprimirla arbitrariamente; conclusion que se deduciria desde luego si admitiésemos los principios de algunos escritores ateistas, que fundan el criterio de la conciencia sobre la voluntad humana pronunciada en la representacion nacional. La soberanía, pues, sea el que quiera el sentido de esta palabra adoptada entre los escritores políticos, siempre ha de considerarse subordi nada al Omnipotente; y por lo mismo á la san

ta Iglesia, obra de Dios, jamás podrá insultarla con justicia ninguna potestad del mundo. Cuando reconocemos en los gobiernos enemigos de la Religion la fuerza fisica de que disponen. para mortificar á sus adoradores, no le salvamos la responsabilidad delante de Dios, ni menos les atribuimos tal derecho, sino que examinando las situaciones prósperas ó adversas de la santa Iglesia, presentamos el caso de la persecucion como uno de los muchos que suelen ocurrir en el curso de los siglos. En una palabra, quiere decir que el Señor, por sus inescrutables juicios, "permite muchas veces á los adversarios de la Iglesia combatirla, despojarla y empobrecerla, asi como permite robar á Jos ladrones, á los incendiarios pegar fuego, asaltar á los bandidos, y á los facinerosos que asesinen; mas tan absurdo como nos representaríamos suponer en esta cadena de malvados derecho para perpetrar sus crímenes, reputaremos igualmente concedérsele á los gobiernos de mala fe para perturbar el culto de la santa Iglesia. En general, si deseamos interpretar filosóficamente las obligaciones de un gobierno fuera de la Iglesia, y escusarnos de mas esplicacion, se ha de llevar siempre en cuenta la regla indispensable del fin para que fue criado el hombre. Un gobierno puede abusar de sus atribuciones como un particular de su albedrío; pero esto solo probará que el orden moral del universo está pendiente de los premios y castigos de la vida futura, y que sin este principio

eterno de nuestra divina Religion la moral sería vana, y los tiranos triunfarian impunemente de la virtud y la inocencia,

Por dicha de la España estas nociones no necesitan aplicacion á su gobierno, esencialmente católico en cumplimiento de nuestras novísimas y antiguas leyes; pero no me ha parecido ocioso sentarlas con claridad de un modo esplícito, teniendo presente que si se permitiera á un gobierno profano en calidad de supreno imponer leyes á todas las religiones, y arreglar su culto de propia autoridad, nos comprometeríamos, por una consecuencia natural, á conceder la misma prerogativa á los gobiernos adictos á la Religion católica. No obstante, veamos ahora si en estos últimos, en calidad de tales, residen atribuciones sobre las materias eclesiásticas, y en qué términos les competen.

8. En esta parte los voluminosos tomos que se han acumulado en varias épocas con tanta multitud de citas y argumentos, dando margen á infinitas controversias, podian haberse escusado sin lesion de ambas potestades; porque constándonos de la Escritura en los testos mencionados que la Iglesia nació exenta del Estado y éste de su autoridad espiritual, la cuestion no admite duda ventilada en términos absolutos; por lo que solo podrá presentarse embarazosa en ciertos casos relativos, en los que se hubieren incorporado usando de su derecho, pues tambien nos consta que bien comprendida su naturaleza, aunque asi la Iglesia como el Esta

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do nacieron independientes entre si, no solo no se hallan en contradiccion, sino que reportan grandes y recíprocas utilidades en auxiliarse y sostenerse mútuamente. En este concepto, cuando el gobierno, atraido de sus propios intereses, solicita el apoyo de la Iglesia y ponerse en armonía con sus cánones, no solo no se hace de rogar nuestra santa Madre, sino que anhela prestarle sus mas firmes servicios, siguiendo el impulso de la caridad que la sostiene y vivifica; pues como por una parte le incumbe la obligacion de obedecerle y respetarle, y por otra facilitar á los fieles la, administracion de Sacramentos, las espensas del culto religioso y otras muchas ventajas semejantes, nada le importa mas que emplear la poderosa influencia del gobierno para conseguir mejor sus religiosos fines. Véase aqui el verdadero fundamento de la relacion de la Iglesia católica con el Estado, sin estrañarnos de su propia naturaleza; es decir, sin perderse de vista la ley de caridad, que es el alma de nuestra santa Religion: y véase tambien el origen de la concordia tácita ó espresa que les ha estrechado en todos tiempos, sin necesidad de implicarnos en falsas teorías, ni ofender el decoro y dignidad de ambas autoridades.

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9. Sin embargo, como esta union, esta concordia es susceptible de modificaciones mas ó menos favorables á las partes, se viene al conocimiento que han de variar, aumentarse ó disminuirse las atribuciones de una y otra po

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