Imágenes de páginas
PDF
EPUB

paquete inglés; y me haria muy poco favor imaginándome que la conducta observada en Roma con mi silla no era la misma que con los demás Obispos. ¡Qué prodigioso realce resalta aqui, Señora, en honra de la Iglesia! ¿Cuál es el gobierno de la tierra que puede sostener la firmeza de sus principios en medio de guerras intestinas, y responder de sus empleados sin espedirles nuevas órdenes, ni darles mas instrucciones que las que recibieran en su institucion? Pues los Obispos de España, sin mas ciencia que la del conocimiento de su ministerio pastoral, ni otro estímulo que el de su conciencia, recurrieron simultáneamente á V. M. esponiendo cada uno, segun su caracter respectivo, las ansiedades y tribulaciones de que se hallaban agitados, y protestando con libertad evangélica, salva la sumision á V. M., contra la incompetencia de las Cortes para dictar providencias definitivas en materias eclesiásticas. Al mismo tiempo de verificarlo uno en pos de otro, cada Obispo se estimularia por su propia dignidad; y si bien presumiria, guiado por su propio corazon, el mismo celo en sus hermanos, parece indudable que no pasaba de una mera congetura, y que nada podia constarles positivamente. Por mi parte no

temo

asegurar que hasta que, con motivo de la rendicion de Berga, último baluarte de la guerra civil, cuya noticia acabamos de saber por un barco mercante, he considerado oportuno proporcionarme papeles é informarme de lo que

ha pasado en Españía relativo á los Obispos, no habia leido ninguna esposicion de mis hermanos. ¡Qué agradable perspectiva fue para mí entonces la de repasar en la Voz de la Religion y el Genio del Cristianismo los nombres de todos los prelados, consignados de un modo mas o menos espreso en defensa de la fe! ¡Algunos de estos venerables ya trémulos, otros enfermos y achacosos, otros encorvados con el peso de los años, casi inhábiles los mas para mover el báculo, pero todos firmes para sostener la independencia de la Iglesia hispana contra los planes mal disimulados de los novadores!-Bien sé, Señora, que el Gobierno no ha apoyado semejantes planes. ¿Ni cómo podia incurrir el Gobierno en tan grave nota hallándose de Regente V. M.? No obstante, no debe perderse de vista que, aunque los promovedores de los motines que tanto alarman al Gobierno de V. M. desprecien en su corazon todas las religiones, como consideraban imposible echar por tierra de un golpe la fe en la católica España, renovando las blasfemias de la Convencion francesa, y su principal objeto, bien examinado el punto, se dirigia á enriquecerse con las haciendas nacionales, les venia de perlas aprovecharse de los referidos novadores que, bajo la apariencia de una antigua disciplina é ilustrada erudicion, allanasen el despojo de la Iglesia, comprometiéndose por su parte ellos á defender los planes seculares del arreglo del clero y salir garantes de su triunfo,

llenando para el efecto las galerías de compradores mancomunados, y de acuerdo, si creemos al protestante y radical Cobbet, con los banqueros judíos establecidos en Londres. Dispuesta asi la ventilacion de las materias eclesiásticas sin la mas remota intervencion de los Obispos, no habia empeño mas facil á los declamadores que grangearse las alabanzas de los concurrentes ya ganados; y asi fue, que á la par de como profanaban los sagrados cánones con sus tediosos discursos y entregaban vergonzosamente la independencia de la Iglesia al brazo secular, oian el palmoteo de los banqueros y agiotistas de papel moneda, tanto que por poco no se ven ensalzados de repente á las Sillas de la Iglesia hispana: pero por disposicion divina los cánones de la Iglesia salian al encuentro en esta parte con la inamovilidad de los Obispos y la necesidad de confirmacion del Papa en los nombrados; necesidad reconocida victoriosamente á la faz de Napoleon, y otra vez triunfante luego en el imperio del Brasil: y por consiguiente era preciso, ó detenerse en la carrera, ó proclamar abiertamente el cisma.

3. Por dicha de la Iglesia el Gobierno de V. M. resistió siempre con fortaleza y acendrada fe semejantes tentativas, bien que por lo mismo que los Obispos presenciaban los incesantes esfuerzos de este celo, vivian siempre con la mayor agitacion, temiéndose que el partido revolucionario sobreponiéndose al Gobierno intentara (porque conseguirlo ya se ve

rá despues que era imposible) separarnos de la Santa Sede; proyecto que no daba lugar á congeturas, pues le anunciaban públicamente los periódicos, y está consignado en las mismas declamaciones de sus corifeos.

4. Reconocido, pues, este lamentable estado de la patria, el deber de los Obispos durante una crisis tan amarga parece que estaba limitado á sostener con firmeza la doctrina y disciplina de la Santa Madre Iglesia, desentendiéndose de las cuestiones políticas á las que deseaban atraerles los revolucionarios, y procurando con su prudente conducta hermanar entre sí las dos masas poderosas de ciudadanos pacíficos y religiosos, que forman la totalidad de la nacion, y son las que la han de constituir y engrandecer perpétuamente. Para llevar adelante estas ideas y asegurar su principal objeto convenia no olvidar nunca, que asi la causa de V. M. como la del partido contrario estaban embarazadas en su marcha con los promovedores del desorden, los que bajo otro aspecto no dejaban de prestar servicios importantes á sus banderas respectivas; pero ciñéndome á las medidas legislativas producidas por el Gobierno de V. M., es facil comprobar con las sesiones de cortes en la mano, que muchas de ellas se dieron por asalto y con evidente peligro de los vocales y Secretarios de Estado. Los Obispos, pues, sin necesidad de mezclarse en cálculos políticos, agenos de su profesion, alcanzan en la moral del Evangelio una razon indisputable

para no agravar las calamidades de la Patria, haciendo al Gobierno de V. M. responsable de todas y cada una de aquellas leyes que vulneran los derechos de la Iglesia, puesto que durante la tormenta de la guerra civil felizmente terminada, el Gobierno tenia que ceder involuntariamente á los tumultuarios, permitiendo un mal menor para evitar otros mayores.

5. Bien persuadidos los Obispos de aquella situacion funesta del Gobierno, y estrechados por otra parte en virtud de su ministerio á defender la autoridad Divina de la Iglesia, contínuamente atacada en los Reales decretos, estudiaron en la ley de Dios la norma que habian de seguir en un conflicto de tanta trascendencia; y considerando que el juramento prestado á Isabel II nada tenia que ver con las violencias de los tumultuarios, juzgaron que se conciliaban perfectamente sus obligaciones guardando una esplícita é inviolable fidelidad á su legítima Reina, y reservándose para mejor ocasión el uso de sus derechos contra los atentados cometidos en su real nombre por los anarquistas. La razon es, porque la moral del Evangelio enseña á los Obispos, con el ejemplo de los Apóstoles y el de su divino Fundador, dos clases de obediencia, á saber, una la activa, que acata y reconoce la supremacía del gobierno en materias civiles, segun la que deben emplear todos sus esfuerzos y potencias en su apoyo indistintamente y sin escusa alguna: esta no admite escepcion; y otra la pasiva, que vie

« AnteriorContinuar »