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derechos de la Religion y del trono español, la generacion presente, y antes de muchos años, verá con dolor que las islas Filipinas, aquella perla del Oriente, la mas brillante en la corona de los Monarcas españoles, que ha sido y es tan envidiada de todas las potencias estrangeras, dejará de ser parte integral de la nacion española: proposicion que probaré, no solo con claridad sino con evidencia.

Todo el que esté medianamente instruido en la Geografía, y que tenga algunos conocimientos históricos, comprenderá cuán dificil es dirigir desde la península, y cuán costoso, todo armamento y tropas de desembarco hasta Filipinas, y por consiguiente en las actuales circunstancias cuán imposible todo socorro de fuerza armada en cualquier evento: luego en la crisis temible de revolucion ó invasion no hay otro recurso que la fuerza armada y la moral que resida en las mismas islas. La fuerza armada, reducida únicamente á dos batallones de infantería, el regimiento fijo, un escuadron de caballería y la artillería que guarnece la plaza, se compone de indios con algun otro oficial europeo, y la mayor parte hijos del pais. Esta en sí pequeña fuerza, reanimada del grande ascendiente que los ministros europeos tienen para en caso necesario mover á los indios á defender su patrio suelo, es de la mayor consideracion, como lo esperimentaron los ingleses cuando en 1762 trataron de apoderarse de las islas: mas faltando los regulares europeos, esta fuerza moral pasaria á los clérigos indios é hijos de chinos, únicos ministros que quedarian en las islas, que reunidos á la tropa, compuesta tambien de indios, podrian por medio de una revolucion, obra de pocos meses, hacer que las islas Filipinas no perteneciesen al Gobierno español.

La nacion inglesa, que siempre ha suspirado por colocar en el mapa de sus colonias las islas Filipinas, luego que llegase á su noticia que escaseaban o no se

remitian misioneros europeos, tiraria las líneas con demasiada seguridad para que recayesen en la demarcacion de sus posesiones, no siendo escasa en pretestos para cualquiera invasion si la tiene cuenta. Cuando en la citada época de 1762 se posesionaron de Manila los ingleses, no les fue posible dar un paso en lo interior de las islas, por hallar una resistencia que no esperaban, asi de parte de los indios como de las demás clases, siendo los regulares los agentes mas principales en la defensa, hasta fundir las campanas para fabricar cañones, como lo verificó un religioso de mi provincia inteligente en la materia. Llegó la indignacion del general inglés al estremo de ofrecer cinco mil duros por la cabeza del Provincial de Agustinos calzados; mas los periódicos ingleses, concluida la guerra, hicieron justicia á los regulares de Filipinas, diciendo que en cada regular tenia el Rey de España, no solo un ministro de la Religion, sino un soldado y capitan general. Toda esta fuerza, no solo se disminuirá á proporcion que vayan faltando los misioneros, sino que llegará á desaparecer enteramente. La sana moral y las costumbres públicas, que tanto influyen para el buen orden, observancia de las leyes, respeto á los magistrados y fidelidad al Monarca, desaparecerán en el curso de pocos años en todas las islas. Que esto no solo es temible sino que ya se observa lo bastante, lo informaron al Gobierno los Capitanes generales de aquellas islas Sarrio, Vasco, Marquina, Aguilar, Gardoqui, Gonzalez, y el actual Gobernador; y que todos han insistido en la necesidad de misioneros si se han de conservar las islas. De esta misma necesidad podrán informar á V. M. varios sugetos que se hallan en esta corte, que tienen conocimientos prácticos de cuanto aqui se espone, de cuyo patriotismo no puede dudarse, y cuyas sábias luces podrán ilustrar este asunto con el mayor pulso y delicadeza.

Finalmente, Señor, la acendrada fidelidad de aquellos buenos indios, su constante amor al gobierno español desde el momento de su conversion, el patriotismo que siempre han demostrado, y muy particularmente en la última guerra, privándose de la cortedad de sus recursos para remitir donativos á la península, ya en metálico y ya en ropa hecha para las tropas, y el intenso afecto que han profesado y profesan á V. M., estas virtudes verdaderamente cívicas esperan, Señor, asi de la ilustracion y patriotismo del futuro Congreso como del bondoso y paternal corazon de V. M., la digna recompensa: esta no es otra, Señor, que el que no se les escasee la remision de mi. sioneros europeos, que no solo cuiden de llevar adelante lo comenzado con respecto al bien de sus almas, sino que los gobiernen con la dulzura y benignidad que hasta aqui, que los defiendan de los insultos y tiranía de los que debian protegerlos en justicia, los mantengan y conserven en paz en el seno de sus familias. Esto mismo espera mi provincia, que en sus laboriosas, apostólicas y tan dilatadas tareas no ha tenido ni tiene otro objeto ni interés que el servicio de Dios y del Estado; en cuya atencion:

y

A V. M. humildemente suplico se digne tener en consideracion lo aqui espuesto para el caso de proveer y ordenar acerca de la toma de hábitos y profesion, con respecto al Colegio-seminario de las misiones de Filipinas de Valladolid, y de las provincias de cuyos conventos salen misioneros para las mismas. Madrid 7 de junio de 1820. Fr. Francisco Vi

llacorta.

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