Imágenes de páginas
PDF
EPUB

flota

uales,

v de o

los fer

eter

¡Filipinos, no seáis ingratos á tantos favores como debéis á España, y permaneced eternamente unidos á ella; porque en eso está cifrada vuestra prosperidad temporal y eterna!

[ocr errors][merged small][ocr errors][merged small][merged small][ocr errors][ocr errors][merged small][merged small][merged small][ocr errors][merged small][merged small]

CAPÍTULO VII

¿Qué sucedería si cayese Filipinas en manos de una nación extranjera?

Se nos ha ocurrido poner fin á esta segunda parte de nuestra obrita, formulando la precedente pregunta y dándole breve y sencilla respuesta, para hacer caer las ilusiones de aquellos que, buscando el remedio de sus males, no en lo que tienen á mano, sino en lo que está lejos; no en lo usado y casero, sino en lo desconocido; no en lo español, que es, á su juicio, todo malo ó pésimo, sino en lo extranjero, que es siempre inmejorable; al tratar de resolver el problema de la prosperidad de Filipinas, hacen ascos del paternal sistema de colonización realizado por España, que tienen por retrógrado; y se les va el corazón tras el protectorado de una de esas naciones, que, según se dice, van á la cabeza de la civilización europea. Lo que ha hecho España por Filipinas, dicho está, aunque á grandes rasgos; en dos palabras diremos lo que habría

Segurt

prece

senc

Ones

de

since

caset

ol.c

sino

jorabl

prose

Daterra

Espai

el c

S nace

za de

Tande

hatt

nanos

recibido ó podría esperar este país de otra nación, que no fuese España.

¿Qué sucedería, pues, en Filipinas, si estas islas viniesen á caer en poder de una nación extranjera?

Sucedería lo que vemos en Australia. Seis importantes colonias se hallan establecidas en esta extensa isla, conteniendo las seis: 2.500,000 habitantes. Entre ellos no llegan á 10,000 los indígenas civilizados; quedando el resto de ellos errantes por los bosques y los desiertos del interior, y llevando la misma vida salvaje que siempre habían llevado. Respecto de los 10,000 indígenas que viven con los ingleses, no se crea que participen de las mismas ventajas del régimen civil que sus colonizadores: son sus servidores, tienen sus casas á respetable distancia de sus señores, y se les sujeta con el látigo y el grillete.

Sucedería lo que pasa en la India inglesa; donde sólo gozan las ventajas de la civilización y de la organización imperial, las ciudades puramente inglesas: como Calcuta, Madras, Bombay. En el resto de la India, se conservan todavía la esclavitud y las castas; reina allí el más inmundo mahometismo; y el paria sigue siendo el ser más abyecto y despreciado de la tierra.

Sucedería lo que ocurre en Sumatra. Es

verdad que la ciudad de Batavia es una ciudad espléndida, superior, si cabe, á las más espléndidas de Europa; pero en ella no se consiente que viva ningún indígena. Aquella es la ciudad blanca, habitada por el europeo; junto á ella está la ciudad negra, habitada por los naturales. Allí todo se utiliza, todo anda con la exactitud de un cronómetro. El Rajá tiene á su lado el Panglima; y todos se mueven acompasadamente á la menor indicación del Presidente holandés, para que trabajen según sus fuerzas; ya en cultivar la tierra, ya en buscar las preciadas especias, que en manos del comerciante neerlandés se hacen pagar en Amsterdam á tan buen precio. Por lo demás, el palo se encarga de distribuir el castigo entre los perezosos; y siempre que no sea necesario otro medio de represión, el habitante de Sumatra puede libremente entregarse á todas las supersticiones y detestables costumbres, que revelan su estado salvaje y su condición infeliz y gentílica.

Sucedería, finalmente, lo que se estila en la Cochinchina ó en Argel, en cuyas fronteras rige siempre el código de justicia militar. En la parte completamente dominada de Argel, ya es otra cosa; allí rige el código civil de Francia, que se aplica de la siguiente manera: «Un particular cualquiera, dice Mr. Guy de

Maupassant, abandona á Francia y se dirige á la oficina encargada de la distribución de terrenos, en demanda de una concesión en la Argelia; se le presenta un sombrero con papelitos dentro; aquél extrae un número, correspondiente á un lote de tierra. Este lote, en adelante, le pertenece. Parte á sus dominios. Halla una aldea indígena, ó una familia, instalada en la concesión, que se le designó. Esta familia ha desmontado y puesto en estado de producir aquella hacienda, con la cual subsiste; y no posee otra cosa en el mundo. El extranjero la expulsa. La familia se resigna y se va; pues es la ley francesa. Pero aquellas gentes, desprovistas de recursos desde aquel instante, marchan al desierto y se transforman en revoltosos. En otras ocasiones llégase á una inteligencia. El colono europeo, asustado por el calor y el aspecto del país, entra en tratos con el indígena, que se convierte en arrendatario suyo. El indígena, que continúa en sus terrenos; envía, un año con otro: 1,000, 1,500 ó 2,000 francos al europeo, que ha regresado á Francia. >>

Basta ya. Esta hubiera sido la suerte de Filipinas si hubiese caído, ó si por desgracia llegara á caer, en manos de una nación protestante ó utilitaria. Para nada se tendría en cuenta el bienestar del país; la felicidad del

« AnteriorContinuar »