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indígena; su educación, su ilustración, su libertad, la salvación eterna de su alma.

Se sienta como principio: que la colonia es para la Metrópoli. Pero España se ha inspirado en el Evangelio y en los principios eternos de justicia, y ha dicho: Todo gobierno debe procurar la felicidad de sus pueblos; debe buscar el bien común de sus subordinados; debe proporcionarles la mayor suma de bienes materiales, intelectuales y morales. Y esto es lo que ha realizado en Filipinas. ¿Por qué, pues, los filipinos han de ser ingratos? ¿Qué quejas tienen contra la soberanía de España? ¿Por qué perturban la paz?

Hemos probado evidentemente que la soberanía de España en Filipinas se funda en justísimos y santísimos títulos, en cuanto al Derecho y en cuanto al hecho. Hemos demostrado los inmensos beneficios y ventajas, que de esta soberanía han dimanado para los filipinos.

¿Qué razón hay para quebrantar los fueros de la paz y de la justicia, sacudiendo el yugo de la obediencia á las autoridades legítimas? ¿Por qué arrojarse temerariamente en el caos de la confusión y de la guerra? ¿Han meditado bastante los autores de tan grande conflicto, la terrible responsabilidad y las horribles consecuencias de una guerra parri

cida

y fratricida? ¡Ah! si no lo han considerado bien alguna vez, oigan, todavía es tiem

po, las palabras de un amigo que les habla el lenguaje de la verdad y con el corazón en la mano; porque, áun dado caso que no existiesen otras razones que alegar, el mismo amor patrio que profesan á Filipinas, debe considerarse título bastante para que los indios de este Archipiélago se mantengan, con toda lealtad, hijos fieles y sumisos de nuestra común Madre, España. Esto veremos en la tercera parte.

PARTE TERCERA

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