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desde el tiempo del Ilmo. Sr. D. Basilio Sancho de Santa Justa y Rufina, y se sujetaron á la visita diocesana.

3. Que la colación canónica de los curatos, que daba á los párrocos cierto carácter de inamovibilidad, sin el consentimiento del Vice real Patrono ó sin llevar la causa al foro contencioso, fué impuesta por el dicho Obispo y por el Patronato Real, privando de la facultad de disponer de sus súbditos libremente tanto al Provincial de la Orden, como el mismo Obispo.

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4.a Que esta pérdida parcial de la jurisdicción de los Prelados Regulares no ha prescrito ni puede prescribir, porque es violenta y se opusieron á ella desde un principio. Y con razón; pues, como escribía el P. Gutiérrez, Provincial de los Dominicos, al Obispo de Manila: «Puesto en planta todo lo que V. S. I. ordena, el Provincial de Santo Domingo viene á ser un Provincial in partibus, sin más súbditos que los que por su buena voluntad lo quieran ser.>>

5.a Que cuando en 1807 los Provinciales obtuvieron del Rey la facultad de remover sus súbditos de la administración parroquial ad nutum (previa noticia del Obispo y del vice Real Patrono), no hicieron más que redimir la vejación que sufrían, desde el Concilio

Manilense, celebrado en tiempo del ya mencionado Obispo.

6. Luego la colación canónica, como causa de la inamovilidad de los Párrocos Regulares, introducida violentamente por el Obispo con auxilio del brazo seglar, é impugnada por los Prelados Regulares como contraria á su jurisdicción y al voto de obediencia, nunca puede prescribir, según la Regla 6." de las Decretales: Quod latenter, per vim aut alias illicite introductum est nulla debet stabilitate subsistere.

Nos hemos extendido tanto sobre esta cuestión, porque creemos que de la práctica de las sapientísimas disposiciones apuntadas, depende el que se puedan corregir sin ruído y sin descrédito de nadie, todos los defectos que, por la humana fragilidad, se hallen en los Regulares, quitando así la ocasión y el pretexto de todas las calumnias.

Con sólo hacer la visita pastoral, como lo prescribe el Sagrado Concilio de Trento y los Estatutos de cada Orden, y usando de la autoridad que los Prelados tienen sobre sus súbditos de removerlos ad nutum, sin formación de causa; se pueden remediar todos los abusos, si algunos hubiere, en la administración de las parroquias.

CAPÍTULO IV

De las causas próximas de la presente rebelión: las Sociedades secretas: Masonería, Comité de propaganda, la Asociación Hispano-Filipina, la Liga Filipina, y el «Katipunan» con el pacto de sangre

Hasta aquí hemos hablado de las causas morales remotas de la presente rebelión. Tócanos ya hablar de las causas eficientes y próximas que la han producido. Esta tragedia ya no es ningún misterio.

El General Blanco, al anunciar al Gobierno de la Metrópoli los presentes sucesos, decía en su telegrama que eran debidos á las sectas masónicas. Pasan de 500 los reos de importancia, convictos y confesos, que han sido entregados á los tribunales, y con ellos toda la documentación, libros, folletos, sellos, atributos y archivo del Consejo Supremo del Katipunan, ó Asociación revolucionaria. Lo que vamos á referir es por lo tanto una historia.

El Sr. D. Felipe Govantes, en su Historia de Filipinas, dice que el General Malcampo

dispuso se cerrase la Logia masónica abierta en Sampaloc, en una casa particular, donde se hallaba establecida desde el gobierno interino del General Blanco Valderrama, año 1873. Los asociados á esta Logia eran peninsulares, con exclusión absoluta de los indígenas, y estaba agregada al Gran Oriente Español. La Masonería española se difundió por Cavite, Cebú y Zamboanga; pero arrastrando una existencia lánguida hasta el año 1888. A fines de este año, Marcelo del Pilar, abogado de Bulacán y filibustero furibundo, considerándose en peligro de ser deportado, á consecuencia del expediente gubernativo que se le instruía, decidió trasladar su residencia á España. Pero antes supo reunir y establecer un Comité de propaganda en Manila, bajo la presidencia de Doroteo Cortés, abogado del país, con objeto de allegar recursos pecuniarios y propagar por el Archipiélago toda clase de folletos y proclamas antirreligiosas, y difundir las doctrinas democráticas. Al mismo tiempo se convino en que Marcelo del Pilar se trasladaría á Barcelona, para fundar un periódico que defendiese sus ideales. El Comité de propaganda llenó cumplidamente su misión, reunió grandes cantidades, y Marcelo del Pilar marchó á instalarse cómodamente en la Ciudad Condal, á costa de sus paisanos.

En el mes de Enero de 1889, comenzó su campaña revolucionaria, publicando en unión de su compañero Mariano Ponce, el periódico La Solidaridad, y constituyendo la Asociación Hispano-Filipina, á la que se acogieron buen número de estudiantes indígenas, que vivían en Barcelona. La Solidaridad se repartía con profusión en todo el Archipiélago; sus páginas estaban llenas de calumnias contra los frailes, pedían la representación en Cortes, y mayores libertades para el Archipiélago.

Para conseguir mejor este objeto se trasladaron á Madrid; y la Colonia filipina, en la que ya figuraban Pilar, Rizal y otros, se puso en relaciones con el Gran Oriente de la Masonería española, señor Morayta; quien aceptó la presidencia de la Asociación HispanoFilipina, y la propiedad del periódico La Solidaridad, que desde 1890 se publicó bajo sus auspicios. ¡Parece increíble que el Gobierno de la nación haya consentido durante cinco años la publicación de un papelucho infamatorio, que ha sido tal vez el más poderoso instrumento de esta revolución! ¡Ahora se ve la falsedad, lo disparatado de aquel principio que proclaman algunos: Las ideas no son jus

ticiables!

Desde aquel momento Morayta se hizo el ídolo de los estudiantes filipinos; pedía para

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