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trumental de la rebelión ha sido la Masonería; y que una yez dominada aquélla, no hay otro remedio, para que no se repita, que establecer severas leyes de represión contra los masones, y asociados á la Liga, ó al Katipunan. Pero estas leyes han de ser comunes para los españoles y para los indios; de otra manera, no serán justas ni acatadas.

Además, como los masones se valen de los periódicos y folletos, impresos en el extranjero ó en España, para desfogar su odio contra la Religión y la Soberanía española; es necesario establecer una censura, compuesta del elemento eclesiástico y civil, con dos censores distintos y pensionados, cuyo objeto sea perseguir la prensa, de dentro y de fuera, atentatoria contra la Religion y la Patria.

Si así no se hace, esto se va...

Es verdad que Pío IX, en su Bula Apostolice Sedis, ha excomulgado formalmente á los masones, con estas palabras: «Los que dan el >>nombre á la secta masónica ó carbonaria ó á >>otras sectas del mismo género que maquinan >>pública ó clandestinamente contra la Iglesia »ó la legítima potestad, así como los que les >>prestan cualquier favor y los que no denun>>cian sus ocultos corifeos y jefes hasta que los >>denuncien.>> Todos éstos se entiende que están excomulgados.

Es verdad que otros seis Romanos Pontífices, entre ellos León XIII, han condenado á la masonería, como secuaz de perversas doctrinas y fautora de horrendos crímenes.

Pero esto no ha impedido la difusión de las sectas secretas, de modo que en la actualidad se cuentan millares de logias en el mundo.

Es necesario, por lo tanto, añadir á las penas espirituales de la Iglesia Católica, las temporales, que los Príncipes terrenos deben sancionar; porque este es el único medio eficaz para destruir una secta cuyos afiliados, por regla general, han perdido la fe, y en quienes no hacen mella los estigmas de la Iglesia.

En esto no harán los legisladores temporales otra cosa que cumplir con su deber. Puesto que la ley debe remediar los males de la nación, quitando las causas perturbadoras de la paz y felicidad de los pueblos, cual es la masonería, fautora de la rebelión de Filipinas, como lo hemos demostrado, y lo mismo se podría demostrar respecto de la guerra de Cuba.

Si no, lo repetimos: esto se va. Y ¿no alcanzaría la responsabilidad á los poderes públicos, que están en primera fila llamados á conservarlo?

CAPÍTULO V

De la raíz de todas las revoluciones modernas y del remedio general para precaverlas, que es la unión entre el Altar el Trono

Si se consulta, áun someramente nuestra Historia de Filipinas, se verá que á la unión de las dos potestades eclesiástica y civil, se debe la conquista, el engrandecimiento y la conservación de la soberanía española en el Oriente; y que á la desunión y discordia se debería la decadencia y la ruina.

La Cruz y la Espada, unidas en Legaspi y Urdaneta, fundan á Cebú en 1565. La Cruz y la Espada, unidas en Goiti, Salcedo y Rada, salvan á Manila del corsario Lima-hong el día de San Andrés apóstol, año de 1574. La Cruz y la Espada, unidas en el Ilmo. Salazar y Ronquillo y Vera y en las sapientísimas juntas habidas en el Convento de San Agustín en 1584, envian como Embajador plenipotenciario á las Cortes de Madrid y Roma al Padre Jesuíta Alonso Sánchez, para demandar del Monarca Felipe II y del Romano

Pontífice la aprobación de las medidas religiosas, civiles, políticas, económicas y militares, que han formado como el código fundamental de las Islas.

La Cruz y la Espada, unidas, vencen á 30,000 sangleyes en Octubre de 1603, derrotan la formidable escuadra holandesa en Abril de 1617, fundan la plaza de Zamboanga en 1635, toman á Joló y Lanao en 1637, extinguen un levantamiento de 50,000 sangleyes en 1639 y hacen que la soberanía española sea temida reverenciada en todo el extremo Oriente.

y

Pero ¡oh volubilidad de la rueda de la fortuna, y mejor dicho, castigo de la divina Providencia! En la misma época que D. Sebastián Hurtado de Corcuera, merced á la unión de todos los poderes, había levantado la patria al apogeo de su grandeza, se inicia el período de las rivalidades y discordias, y por consiguiente el de la decadencia y de la ruina. Víctima de estas discordias fué el Rmo. Sr. Guerrero, desterrado á Mariveles en 1636 por Corcuera. Víctima de las discordias fué el mismo D. Sebastián Hurtado, encerrado en las cárceles de Santiago durante cinco años, luego de terminado su glorioso mando. El cielo, irritado por nuestras culpas, llovía fuego; tembló la tierra y sepultó en los escombros de los palacios de Manila más

de 600 habitantes en la noche de San Andrés de 1645; muere de tristeza por los desaires recibidos el Arzobispo Poblete; piérdense las plazas de Ternate y Zamboanga; es sorprendido en su lecho por una conjuración el Gobernador general D. Diego de Salcedo en 1668; es desterrado á Lingayén el ilustrísimo Pardo; D. Fernando de Bustamente rompe con todas las religiones, y el pueblo lo asesina en su mismo palacio, en 1719; descuidados por las discordias nuestros gobernantes, los piratas moros invaden las Islas Bisayas y llegan á saquear la bahía de Manila; los Jesuitas son retirados de sus Misiones por un Monarca asesorado por Ministros volterianos.

Viendo los ingleses que estábamos pobres, inermes, desamparados y discordes; sin General, sin ejército y sin marina; bombardean nuestra ciudad, y se apoderan de Manila y de las provincias limítrofes el año 1762.

¿Qué hubiera sido de Filipinas, si no se hubiesen unido otra vez, la Cruz y la Espada, en D. Simón de Anda y los Religiosos, para reparar las quiebras de la patria, próxima á su total ruina?

Conste, pues, que la discordia entre los elementos que componen una sociedad, es la ruina; porque, como dice el Evangelio: Omne regnum in se divisum desolabitur et domus

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