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CAPÍTULO X

Del tercer título en que se funda la legitimidad de la soberanía de España en Filipinas, que es el reconocimiento de los pueblos

Los precedentes títulos y otros, que pudieran alegarse, bastan para convencerse del derecho de España al dominio de las posesiones de América y de la Oceanía. No obstante, como el hecho de la conquista tuvo lugar en unos tiempos en que no eran vanas palabras la justicia y el derecho, no faltaron algunos teólogos demasiadamente cándidos que creían no ser necesaria la conquista; sino que en llegando los misioneros á las Indias, con su celo ardiente, suave predicación y eficaces trabajos, habían de reducir á todos los indios á la fe y á la civilización cristianas, y al respeto del Derecho de gentes, haciéndoles de esta suerte, felices en la tierra y poniéndoles en camino de salvación eterna; con lo cual no dejaron de sembrar dudas sobre la legitimidad de la conquista.

Estas dudas desvaneció el P. Alonso Sán

chez, de la Compañía de Jesús, con un largo razonamiento habido en Madrid, ante una junta, nombrada por Felipe II, y compuesta de los Consejeros más calificados de la Corte. En ella demostró evidentemente este primer Embajador de Filipinas, el derecho y áun la obligación que tenía Su Majestad, de conservar la posesión de estas islas, haciendo ver que los que de otra manera sentían, estaban en un engaño tan inveterado, que jamás saldrían de él, si no salían de su tierra, y mientras se estuvieren en ella, dice, no son capaces de la verdad que allá pasa, porque aprenden las cosas como imaginan y no como son; porque hay cinco mil leguas de ellos á ellas.

Por su parte Felipe II llevó á tal punto de delicadeza el respeto á la soberanía y libertad de los pueblos, que mandó pedir el consentimiento y voluntad de los indios en Nueva España, en el Perú y en algunas provincias de este Archipiélago, donde le representaban alguna obligación de hacerlo, para quitar toda incertidumbre á la legitimidad de sus derechos. Ensayo de sufragio universal ó plebiscito, de que tantos años ha, dió ejemplo á las democracias modernas el Rey que ellos suelen pintar como el tipo de los déspotas, habiendo sido realmente el mejor Padre de sus vasallos. Y ¿cuántas veces no se ha repetido

este reconocimiento voluntario de los pueblos del Archipiélago filipino? Tantas cuantos han sido los Gobernadores Generales enviados por el Rey de España, para que ejerzan la soberanía en su nombre en estas benditas tierras, donde siempre han sido recibidos con públicos festejos y aclamaciones de la multitud.

Tupas, régulo de Cebú, y Rajá Matandá, Señor de Manila, prestaron dicho reconocimiento en manos del primer Gobernador y Pacificador Legaspi. Guido de Lavezares consigue una gran victoria sobre Limahong, corsario de la gran China, ayudado de los naturales, que peleaban al lado de los españoles, como hermanos é hijos de una misma patria. Sande, segundo Gobernador propietario, va en persona, mandando una escuadra de naturales y españoles al socorro de Sirela, régulo de Borneo, despojado inicuamente de sus Estados, que ofreció como tributarios del Rey de España. A su vuelta dispone otra expedición con destino á las islas de Joló y Mindanao, que hicieron reconocimiento de vasallaje sin la menor resistencia. Sucede Gonzalo Ronquillo, en cuyo gobierno llegó á estas islas el primer Obispo de Manila, Fray Domingo Salazar, que dió grande impulso á la evangelización de los indios, entre

los cuales no había uno, que al tiempo de bautizarse no reconociese espontáneamente ser vasallo del Rey de España.

No hay soberano sobre la tierra que haya sido tan respetado como lo han sido de los indios los Capitanes Generales y Gobernadores de Filipinas, por llevar en sí encarnada. la representación de la Majestad Real española.

Y ¿qué más? Hasta nuestros días, el español de condición más modesta ha sido tratado como señor, casi instintivamente, por el cacique más bravo y encopetado de las selvas, sólo por reconocer en él un sucesor de los que tan justa y gloriosamente asentaron aquí la dominación española. ¡Ojalá no hubiese jamás natural de Filipinas que se creyese rebajado al prestar tan decoroso y plausible homenaje, ni peninsular que lo desmereciese por su conducta!

CAPÍTULO XI

Confírmase la legitimidad de la conquista
de Filipinas

con la de la conquista de América

Para esto no haremos más que copiar las palabras del P. Ricardo Cappa, de la Compañía de Jesús, cuya obra inmortal sobre la Dominación de España en América, es ya un monumento de gloria para nuestra patria. Dice así el ilustre americanista:

«Apoyemos el derecho de conquista tomán>>dolo de otra fuente, que es la piedra de es>>cándalo de los modernos publicistas (dígase >>separatistas) de la América. Descubrióse el >>Nuevo Mundo y se le halló habitado por >>individuos de la gran familia humana; asis>>tíalos un perfecto derecho de ser instruídos >>en el conocimiento del verdadero Dios y de >>su Iglesia; eran ovejas apartadas de aquel re>>baño místico, cuyo Pastor supremo, Pedro, >>vive en sus sucesores. A éste, pues, tocaba >>como Cabeza de la Iglesia, designar quiénes >>debían trabajar en llevar á feliz término, por

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