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los cristianos que vivían en la corte del rey Alcama dedicaban á San Juan Bautista. Esta capilla se engrandeció en 1070, siendo rey de Badajoz Omar Ibn-Mohammed, y si para su fundación trabajó mucho el obispo Immus Paulo, XV prelado Pacense, para mejorarla y engrandecerla no contribuyó menos Manuel (el diácono), paje que había sido del obispo Daniel II.

La historia de este templo católico, levantado en tiempos de los árabes, es el testimonio vivo de la tolerancia ilustrada que ejercieron los hijos de Mahoma con los que algunos siglos después les habían de expulsar del país, cuando no quemar vivos en algún Auto de fe, de esos que tan frecuentemente nos ofrecía el Santo Oficio.

Aquella iglesia se destruyó en 1230, y sobre sus restos mandó construir la actual el rey D. Alfonso IX de León, que dos años antes, el 19 de Marzo de 1228, había conquistado Badajoz del poder de los árabes y nombró su obispo á fray Pedro Pérez, que impulsó las obras y concedió numerosas indulgencias á los que la favoreciesen. En 1232 se comenzaron los trabajos, que duraron cincuenta y dos años, pues hasta el 17 de Setiembre de 1284 no se consagró por el obispo fray Lorenzo Suárez.

Es esta iglesia de un gusto detestable en su exterior, por los diferentes estilos que la distinguen, y su torre alta y cuadrada, sin ornamentación, parece una mole pesada más propia para atalaya ó punto de defensa que para campanario de catedral. Situada ésta en el centro de la Plaza de la Constitución, está tan mal trazada que no guarda regularidad con el área de la plaza, ni está orientada, ni tiene proporciones para con los demás edificios que la rodean.

La torre, comenzada en 1240, se terminó 179 años después, en el de 1419, gobernando la sede fray Diego Badán, porque esta catedral para quedar como hoy se ve, necesitó del concurso de muchas generaciones. Desde un principio las obras fueron muy lentamente; pero en 1250 tomaron gran impulso, motivado á

que el rey D. Alfonso X el Sabio hizo donaciones y permitió que otros también las hicieran para construir y dotar la nueva iglesia. Los obispos, por otra parte, concedieron multitud de indulgencias á los que se interesaran por las obras, que á pesar de tantos esfuerzos duraron hasta últimos del siglo xv y en rigor hasta mediados del siguiente, pudiendo decirse que esta catedral ha tardado en levantarse tres centuras y media.

En 1509 mandó el prelado D. Alfonso Manrique que se hiciese á su costa el claustro, cuyas obras se terminaron en 1520, ostentando sus escudos de armas por dentro y fuera de la portada.

El obispo D. Alfonso Manrique, en vista de sus grandes servicios y de su vasto talento fué nombrado arzobispo de Sevilla en 1523, pero como profesaba gran cariño á Badajoz y á su iglesia, volvió después y consagró la primera campana grande de la catedral, de la que fué padrino el conde de Cabra. Ésta se inutilizó en el siglo pasado (1719).

El obispo Fr. Jerónimo Rodríguez de Valderas, hizo muchas donaciones á la catedral, entre las que se recuerda el retablo del altar mayor de la capilla del Sagrario.

El ilustre prelado D. Juan Marín del Rodezno fué uno de los que más contribuyeron al engrandecimiento de la Catedral. Son innumerables las obras que se llevaron á cabo en este templo, costeadas de su peculio particular.

En la capilla de la Magdalena existe un magnífico sepulcro de mármol, sostenido por tres leones, al lado de la Epístola. Allí se guardan sus restos. También se ostentan los escudos de armas del fundador (1).

(1) Un letrero que había en la capilla de la Magdalena decía así:

«El ilustre Sr. D. Juan Marín del Rodezno, obispo de esta diócesis, á sus ex»pensas, mandó hacer en esta iglesia la capilla mayor, presbiterio, colaterales, »sacristía principal y cajones de ella, el oratorio, la capilla de Santa María Magda»lena con su sepulcro de mármol, esta sacristía copiosamente adornada, el panteón »y entierro de los señores obispos y prebendados, la capilla del Santo Cristo con »otro panteón, cuartos para los sacristanes, bodegas y oficinas, dos salas capitu

El obispo D. Manuel Pérez Minayo también hizo notables donaciones, entre las que se pueden contar los bancos de los caperos, forrados de terciopelo carmesí con galón de oro; el dorado de los dos órganos pequeños, con sus tribunas; un rico terno de tisú blanco valenciano, guarnecido de galón y fleco de oro; los balcones que vienen desde el órgano grande á los pequeños. Los enlosados, asiento y todo lo de albañilería, con lo anterior relacionado, fueron obras cuyo coste ascendió á 160,215 reales, que de primera intención regaló á la Catedral.

Después mandó hacer la magnífica colgadura de terciopelo carmesí, con fleco, franja y galón de oro, que aún ostenta hoy la iglesia, cuyo coste, con la cornisa dorada, ascendió á 260,000 reales. Se estrenó en semana santa de 1767. En 7 de Diciembre, del mismo año, regaló el facístol del coro, que consiste en una hermosa águila de bronce dorado. Costó 16,000 reales, y fué hecha en Badajoz, en la platería de José Rivero, como asimismo cuatro cetros de plata para los caperos, que también regaló en 21 de Marzo de 1768: costaron 14,000 reales.

En Noviembre de 1770 dió otro lujoso terno de tisú encarnado, de lo más riquísimo que ha salido de las fábricas de Toledo, con otras prendas que tuvo el gusto que se hicieran en su palacio, costándole 30,000 reales: lo que regaló este prelado asciende á la suma de 466,215 reales. Murió Pérez Minayo,

»lares, osario, graneros, la efigie de San Juan Bautista colocada sobre la puerta >>principal, el enlosado de toda la iglesia, el de las capillas y sacristías, el enrejado >>sobredorado del coro, la crujía, la capilla mayor, el púlpito, las tribunas, un palio >>de tela rica con diez varas de plata labrada y diez y seis campanitas de lo mismo, >>las tres cancelas de las tres puertas de la iglesia y otras muchas obras en ella.»

A más de lo enumerado, mandó edificar los conventos de las Descalzas y Santa Catalina, así como la mayor parte de los arcos de la plaza alta é infinitas obras de menos precio.

El panteón, sacristía, capilla de la Magdalena, y Escuela práctica de maestros en el convento de Santa Catalina, ostentan aún las armas del benéfico fundador. Falleció en Badajoz el 12 de Enero de 1706, y sus restos descansan en la ya citada capilla de la Magdalena y en su magnífico sepulcro de mármol, sostenido por tres leones de piedra, al lado de la Epístola.

el 28 de Setiembre de 1779, enterrándose en la catedral, al lado del altar de San Blas, donde tiene un modesto epitafio.

Pero, tiempo es que digamos al lector los objetos de arte que se guardan en este templo. En primer término está la sillería del coro, que según opinión de autorizados inteligentes, no hay otra mejor en España. Esta rica sillería y molduras son de roble artísticamente esculpido. Tiene 79 sillas y su escultura de medio relieve con estatuas de imágenes, medallones y arabescos, es de un mérito artístico digno de la observación por cuantos amen el arte. Se hizo en 1557 y quiere el erudito Fernández Guerra ver en su ejecución la mano del famoso Berruguete. El P. Fita dice que si no es obra de este artista, se debe á uno de sus mejores discípulos. El historiador Herculano, que tanto nombre goza en Portugal, y el anticuario Carderera, creen que sea de Berruguete.

Ocupa el coro la nave central, de las tres en que está dividida la iglesia, y en las laterales de las naves derecha é izquierda se distribuyen 12 capillas. Las mejores son las del Sa grario, la Magdalena y la del Baptisterio. En la de las Reliquias se guardan algunas de suma antigüedad. La lápida de bronce que cubre el sepulcro del Duque de Feria, donde está esculpido el valiente capitán de cuerpo entero y armado en traje de guerra, es obra notable. Este sepulcro está colocado en la capilla de los Duques, ó sea la segunda de la izquierda, entrando por la puerta principal. La lápida se labró en Italia, donde estuvo de embajador el Duque.

Los altares de San Blas y el de la Antigua son del siglo XVI. El retablo del altar mayor es de muy mal gusto. Se terminó en 1708. En él resaltan las estatuas de San Juan y la Concepción, que son dos esculturas muy correctas.

Los sepulcros de Dosma y Delgado, como los de algún obispo, no ofrecen importancia, porque se reducen simplemente á la inscripción sobre piedra del país.

Las capillas del claustro no ofrecen interés, pero los tapices

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