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CAPITULO XXV.

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Carrera se decide å levantar el campo.- Sanchez envia al mayor jeneral para que le ataque. Este se limita á intimarle la rendicion. Respuesta animosa de Carrera, la cual obliga á Pinuel á retrogíadar.- Pasan los patriotas el Itata. Rescate de los prisioneros de la Florida. El ejército dividido en varios trozos.— Guerra de detal operada por este medio. - Movimiento de reaccion en Concepcion.- Llegada de Carrera á esta ciudad.- O'Higgins marcha contra el cura Gregorio Valle y le ahuyenta.- Insurreccion en la provincia de Arauco.- Carrera envia sin éxito una espedicion contraes ta plaza.

Habiendo renunciado, como se ha visto, á toda composicion, Carrera resolvió dejar su campamento, el cual, por su escesiva humedad, era cada dia mas pernicioso á la salud de sus soldados. Por otra parte, á pesar del entusiasmo de los oficiales, y de los esfuerzos que estos hacian para comunicarlo á la tropa, la escasez de víveres y el mal estado del vestuario aumentaba sus fatigas en términos que ya se empezaba á oir quejas precursoras de insubordinacion, tanto mas de temer cuanto el ejército se componia de elementos diversos, y contaba pocos veteranos y muchos milicianos. Sabido es que estas tropas, cuyos servicios no son permanentes, no pueden tener humanamente ni la valentía, ni la constancia ni, aun menos, la disciplina de los primeros, y en este particular, las milicias que mandaba Carrera eran muy inferiores á las que Pareja habia traido de Valdivia y de Chiloé, compuestas, par la mayor parte, de tropas permanentes, penetradas del espíritu de cuerpo, y perfectamente instruidas, á cuyas ventajas se reunian la de la abundancia de víveres, y la de hallarse bien

acuarteladas en una ciudad defendida por la construccion de buenos fuertes, y con las calles barreadas con fajinas, palizadas y trincheras, sin contar el fomento que daban á su moral las exortaciones de los misioneros franciscanos, que se esmeraban en darles á entender que aquella guerra era una guerra de relijion.

Una vez resuelto á levantar el sitio, Carrera reunió, en la noche del 6, el consejo de guerra para tomar pareceres y ejecutar lo que fuese mas conveniente. O'Higgins no pudo asistir á dicho consejo porque á la sazon se hallaba encargado de las baterías avanzadas, espuestas á ser atacadas de un momento á otro; Mackenna le fué á decir lo que habia pasado, y á preguntarle si no podria replegarse aquel mismo dia con sus tropas al cuartel jeneral (1). O'Higgins desaprobó esta resolucion, fundándose en que sus soldados, estenuados por tantas fatigas, no se hallaban en estado de resistir á un ataque inevitable del enemigo. En consecuencia, esperaron que la oscuridad de la noche los favoreciese para retirar los puestos avanzados, protejiéndolos por algunas compañías que Carrera destacó con este objeto, y la marcha se ejecutó sin obstáculo y con órden, y á las ocho de la mañana, toda la division se halló replegada al cuartel jeneral con todas sus armas y bagajes, sin haber perdido mas que un cañoncito de hierro que habian arrojado al Maypon por inútil.

Por la tarde del mismo dia, el ejército reunido se dirijió hacia el oeste y se fué á acampar en el cerrillo de Collanco, posicion ventajosa y de fácil defensa; pero habia tan pocos caballos y en tan mal estado, que los artilleros tuvieron que llevar ellos mismos los cañones, (1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

á pesar del mal camino, que las lluvias y el paso de tropas habian puesto casi intransitable.

La noticia de este movimiento de los patriotas llegó muy pronto á Chillan, en donde fué interpretado de diversos modos, pero en jeneral como una verdadera huida á que se habian visto obligados por la impotencia en que estaban de mantenerse. Sanchez exajeró la importancia moral que tenia para fomentar el buen espíritu de sus soldados, y convencerlos de que ya podian tomar la ofensiva y esterminar los trozos dispersos de un ejército desbandado; pero con todo eso, aun no se atrevió á atacarlo aquel mismo dia, y se contentó con destacar algunas guerrillas para inquietarlo, desconcertar sus movimientos, y ocupar las posiciones que habia abandonado.

El 10, mandó formar una division, á la cabeza de la cual se halló, por derecho de antigüedad, el mayor jeneral don Julian Pinuel, jefe de un carácter irresoluto. Una espesa niebla que habia aquella mañana favorecia maravillosamente el movimiento, ocultando su marcha y permitiéndole de caer sobre el enemigo sin ser visto, como hubiera podido ejecutarlo si hubiese tenido un poco de resolucion; pero por falta de ella, prefirió y creyó conseguir una victoria mas fácil intimándole la rendicion por medio del teniente coronel Hurtado, á quien encargó una carta escrita por Sanchez en un momento sin duda de inesplicable ceguedad.

Le era imposible á Carrera el mantenerse serio siempre que le herian su amor propio, y en aquella ocasion, prorrumpió en irónicas alabanzas á Sanchez, que en su carta no habia dudado manifestarle la persuasion en que estaba de que le seria fácil aniquilar las

reliquias que le quedaban de su ejército, y de que ya no tenia mas que rendirse á discrecion, si no quería esponerse á todo el rigor de la guerra. Y esto (añadia Sanchez) « dentro de tan pocos momentos como son los que necesito para vencer la corta distancia que nos separa (1). »

De aquí surjió una larga conferencia entre Sanchez y Hurtado, conferencia que duró tanto tiempo, que el coronel Pinue! se decidió á despachar otro emisario, que fué el capitan Bites Pasquel, con órden de alcanzar al primero y mandarle regresar, afin de poder empezar el ataque antes que tuviesen tiempo para ponerse en salvo. Pero muy luego mudó de parecer cuando los dos enviados, ya de vuelta, le enteraron de la escelente posicion que ocupaba el enemigo, situado sobre un cerro perfectamente defendido por diez y ocho bocas de fuego de diferentes calibres en el frente de la linea. Ademas de esto, la respuesta de Carrera inspiró á Sanchez cierta saludable prudencia, haciéndole ver que no solo Carrera aceptaba, sino que tambien le provocaba á una guerra muerte, intimándole se abstuviese en lo sucesivo de enviarle parlamentarios que solo serian considerados y tratados como espías. Tales fueron las palabras arrogantes que sin duda alguna intimidaron á Pinuel, y le obligaron á retirarse.

á

En esta retirada, una guerrilla enemiga de cuarenta hombres mandados por buenos oficiales le picaron la retaguardia y le perseguieron hasta las puertas de la ciudad, disparando, para mayor mofa y desprecio, cohetes voladores.

Este fin tuvo el arranque de valentía que habia mani

(1) Benavente, Memoria, p. 87.

festado Sanchez cuando habia sabido que los patriotas se alejaban. Es verdad que Pinuel no era propio para semejante golpe de mano, y que se hubiera necesitado de un jefe mas arrojado y mas capaz sobretodo de concertar una sorpresa, la cual habria sido muy posible à favor de la densa niebla de aquella mañana, y del poco órden que el cambio de posicion le permetia guardar al enemigo; pero Sanchez, como ya se ha visto, no habia querido despojar á Pinuel del derecho que le daba su antigüedad, y tal vez habia creido tambien, bastante lijeramente, que le bastaria á su division presentarse para que el enemigo se rindiese, fundándose en lo que padecia por falta de subsistencias, y la falta de municiones de guerra que no le permitiria hacer especie alguna de resistencia á un ataque vivo y bien dirijido. Todo esto, Hurtado habia tenido el poco tino de decírselo á Carrera, el cual, para que se desengañase, le dejó recorrer libremente todo su campamento, y al despedirlo, mandó hacer una salva de veinte y un cañonazos en honra de la guerra á muerte que por decirlo así habia ido á declararle.

Despues de haber respondido así á todas estas farfantonerías, Carrera pensó en retirar sus tropas de CaIlanco dirijiéndolas sobre un vado del rio Cauten, que habia reconocido con su amigo Poinset, y en la noche del 10, puso el ejército en movimiento llevando los bagajes en mulas y carretas, de las cuales tenian tan pocas que el transporte necesitó muchos viajes por un camino malísimo y una continua lluvia. En una de aquellas idas y venidas, la sola pieza de 24 que les quedaba, tuvieron que dejarla en un barranco, despues de haberla hecho reventar, y quemado la cureña para que no pudie

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