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Carrera habia adoptado con el apresuramiento de un buen patriota las benéficas ideas de aquellos ilustres Chilenos, y habia dado órdenes para la fundacion de un instituto nacional que le parecia ser el establecimiento mas propio á propagar en Chile una instruccion verdaderamente nacional. Desgraciadamente, la invasion de Pareja le habia obligado á salir de la capital, y habia tenido que apartarse de esta grande empresa, delegando todo este importante cuidado á sus colegas, principalmente á aquellos que la habian imajinado y que, por consiguiente, debian necesariamente poseer los secretos mas propios á llevarla á cabo.

Pero ántes de establecer estas escuelas superiores, se reflexionó naturalmente que era indispensable el preparar el pueblo á ellas dándole lecciones de primeras letras. Para realizar este pensamiento el gobierno nombró de comisarios de la ejecucion al senador don Juan Egaña, que ha sido uno de los mas celosos promotores de la instruccion chilena; al director jeneral de estudios don Juan José Aldunate, y al rector del convictorio carolino don Francisco José de Echaurren, igualmente celosos por el bien del país. La comision así compuesta tenia por objeto :

« El formar y presentar á la mayor brevedad un plan de educacion nacional que proponga la instruccion moral y científica que debe darse á todos los Chilenos, y la clase de virtudes que especialmente puedan hacer mas feliz este país y en que el gobierno debe empeñar sus cuidados para trasformarlos en costumbre, y hacer de ellos como un carácter propio y peculiar de los habitantes. » (1).

(1) Monitor araucano, no 29.

Por aquí se ve que la instruccion moral quedaba inseparable de toda otra instruccion, y que, lejos de eso, debia sobresalir como indispensable á un pueblo sencillo en costumbres y conocimientos, y que en medio de sus esfuerzos por conquistar su libertad, habria podido dejarse llevar de inspiraciones de odio y venganza tan frecuentes en contrarios partidos.

Al principio, se pensó en constituir esta escuela de primeras letras obligatoria en todas las clases de la sociedad; pero muy pronto se pudo conocer que la circunstancia de haber muchísimos habitantes en el campo, como los hay aun en el dia, dejaria la ley jeneral sin fuerza ni accion sobre ellos, y hubo que limitar las pretensiones en este particular á fomentar dícha enseñanza por todos los medios posibles, especialmente por el de comunicarla gratuitamente. Así, en un reglamento firmado el 18 de junio de 1813, se mandaba que en todas las ciudades, villas y pueblos de cincuenta vecinos fuese establecida una escuela de primeras letras, la cual debia hallarse situada en medio de la poblacion, y costeada por los propios del lugar, con recomendacion especial de la preferencia que se habia de dar á dichos gastos sobre cualesquiera otros. Tal fué la importancia que aquellos dignos patriotas dieron á la propagacion de los primeros elementos de instruccion jeneral. El reglamento prescribia ademas que en cada una de dichas escuelas debia :

<«< Haber un fondo destinado para costear libros, papel y demas utensilios de que necesitaban los educandos, de tal modo que los padres de familia, bajo ningun pretesto ni por título alguno, sean gravados con la mas pequeña contribucion (1). »

(1) Monitor araucano, no 36.

Ya se ve que el reglamento no exijia de los padres de familia mas que su buena voluntad, y el útil concurso de sus hijos á aquella obra de rejeneracion social.

En seguida, el nombramiento de maestros aptos y capaces reclamaba naturalmente la primera atencion. En efecto, del celo y capacidad de estos maestros dependia el porvenir de la juventud que iba á ser puesta á su cuidado, y solo hallándose ellos mismos penetrados del verdadero espíritu de su mision, podian inculcar á sus discípulos principios fructíferos de virtud y de ciencia. Ciertamente habria sido pretender demasiado el querer hallar profesores de superior capacidad en una época en que Chile no poseia aun las escuelas normales en donde se forman actualmente jóvenes que, al salir de ellas, son aptos para ir á transmitir sus lecciones y demas frutos de su buena enseñanza y aplicacion á las provincias á donde el gobierno los destina con este objeto. En dicha época de ignorancia, era forzoso el darse por satisfecho con encontrar sujetos de celo, y que con algunos conocimientos, tuviesen buenos principios de moral para comunicarlos á sus alunos.

Para estas pruebas, tenian que presentar dos certificados; uno de moralidad y buena conducta, firmado por el juez del lugar, y por su cura párroco, que lo examinaba sobre los puntos de doctrina cristiana; y otro, que era una especie de diploma de capacidad, firmado por un examinador y por dos miembros del cabildo. Se exijia de él, ademas de estas pruebas, la de su patriotismo: «< que ha de ser, (decia el reglamento) decidido y notorio, » pues el fin que se proponia el gobierno propagando la instruccion por todos estos medios, era no solo desarrollar las facultades intelectuales del pueblo,

sino tambien el reformar enteramente el carácter nacional, educándolo segun las ideas del siglo, é infundiendo en los corazones el amor patrio, la mas noble pasion del hombre, y el de la libertad, que enjendra dignidad y propia estimacion de sí mismo. Por todas estas razones, se habia indicado en el catálogo de libros destinados á este jénero de instruccion, el compendio de la Historia de Chile de MOLINA, propio, por los ejemplos de patriotismo que ofrece, á inspirarles aprecio y amor al país, el cual en aquel instante conquistaba el título de verdadera nacion.

Pero aun no quedaron aquí la solicitud y las previsiones del gobierno en favor del pueblo, pues para conseguir que los reglamentos fuesen exactamente seguidos, dió al dean del cabildo de cada localidad el cargo de visitar, álomenos una vez al mes, la escuela, observando, aprobando ó censurando el método, y cuanto se hiciese en ella; animando y dirijiendo á los maestros; y enfin, de hacer una visita jeneral todos los seis meses, en virtud de la cual debia dar parte al gobierno de los progresos de los alumnos, del estado de la escuela y de sus rentas y gastos.

Otro parte semejante debia ser enviado tocante á las escuelas de niñas y jóvenes, escuelas con que el gobierno habia dotado las provincias, y dirijidas por virtuosas maestras.

Resumiendo cuanto se acaba de decir sobre esta interesantísima materia, por medio de las escuelas de primeras letras, el gobierno conseguia infundir intelijencia al pueblo, ponerlo en la via de alcanzar por sí mismo á satisfacer todas sus necesidades, y difundir el sentimiento de la independencia individual tan necesario para formar

el espíritu nacional. Pero aun esto no bastaba; el gobierno llevaba sus previsiones mas allá, y proyectaba perfeccionar las facultades intelectuales de cuantos pudiesen y quisiesen dedicarse á las carreras de las ciencias, de las letras y bellas artes, fundando el grande establecimiento conocido aun en el dia bajo el nombre de instituto.

La primera idea de esta fundacion data, como ya se ha dicho, del año 1812, pero su apertura no se realizó hasta el 10 de agosto de 1813, verdadero dia de gloria para aquellos ilustres filántropos que tanto habian contribuido á ella. El gobierno, acompañado del senado, de la majistratura y escoltados de una imponente fuerza militar, honró aquella brillante funcion, que fué celebrada con la mayor pompa, y aplaudida con jeneral entusiasmo. « La capital (dice el Monitor araucano) no habia visto otra mas digna ni sentido un placer tan delicado. Un concurso brillante y numerosísimo de toda edad, sexo y condicion, bendecian al cielo y á los padres del pueblo, y se complacian en los efectos benéficos de su naciente libertad. Jamas les pareció mas preciosa ni mas dulce; por tanto rogaban al padre de los hombres por los firmes apoyos de esta libertad, el jeneral en jefe y todo el ejército restaurador. El instituto, decian unos, se encarga de inmortalizarlos: de su seno saldrán el jenio de la poesía y los talentos de la historia. Este acto, decian otros, es uno de los mas interesantes de la revolucion. Los pueblos que nos observan, y la posteridad que ha de juzgarnos, y que ha de contemplar con interés todos los sucesos de este memorable período, admirarán que hubiésemos podido concebir un designio semejante en medio del estruendo de las armas, y que hubiésemos

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