Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dos poderes continuasen ejerciendo sus altos ministerios hasta la reunion de un nuevo congreso.

Al mismo tiempo, el partido del Ayuntamiento habia alcanzado sus fines principales, que eran dar impulso á la revolucion, modificar una constitucion que se resentia de las tradiciones monárquicas y quitar el prestijio que tenian á los hermanos Carrera, los únicos que podian poner ostáculos á su ambicion. Los miembros de la junta, naturalmente, trabajaban por someter á sus adversarios, pero bajo de mano y sin declararles una guerra abierta. Don Francisco Antonio Perez sobretodo, temia malos resultados de una empresa que, á su parecer, tenia visos de resentimiento y de venganza, y por no verse mezclado en ella, dió su dimision, y fué reemplazado por el cura de Talca, don José Ignacio Cienfuegos, hombre de talento y de intriga, el cual ejercia un grande influjo en las provincias del sur, y se halló muy á tiempo en puesto y ocasion de combatir la necia credulidad de algunas cabezas que aun confundian la causa realista y la relijiosa en una sola ó idéntica.

Ya hemos visto como don Luis Carrera se habia hallado en Santiago testigo de las intrigas que se urdian contra su familia, principalmente contra su hermano don Miguel. Muy resentido de ellos, no solo se habia quejado altamente, sino que tambien habia dejado escapar ciertas espresiones de amenaza. En su resentimiento, no alcanzaba á comprender como era posible que los mismos cooperadores á la formacion de la constitucion, la hallasen en aquel instante defectuosa, y la tachasen de nulidad, solo porque les parecia ser favorable á su familia, y no habia sido promulgada con la plenitud de libertad que exijia un acto de tan suma importancia.

Acerca de esto, mas de una vez habia intentado quejarse abiertamente á la junta gobernadora; pero la filípica que el cura Arce habia lanzado contra ellos desde el púlpito, y el gran número de enemigos que tenian en la capital, le habian inducido á reflexionar que aun no era tiempo de levantar la cabeza, y resolvió volver á juntarse con su hermano afin de deliberar con él y abrazar un sistema de defensa; pero no pudo ejecutarlo y escribió á Talca, al obispo don Rafael Andreu y Guerrero, justamente de viaje á Concepcion, á donde probablemente iba por consejo de José Miguel, escoltado por una colunna mandada por don Rafael Soto, diciéndole todo lo que se habia tramado en Santiago contra su familia.

Guerrero, como ya se ha dicho, era uno de estos hombres que por su resolucion y manejo, son muy útiles para reanimar las esperanzas de un partido comprometido. Sus cualidades personales, el conocimiento que tenia de las cosas y de los hombres y sobretodo su carácter de obispo, le daban mucho ascendiente sobre los habitantes de la parte del norte; pero en Concepcion no tenia esta ventaja, porque allí, todos sabian que el arzobispo de Lima, por acuerdo de un consejo de teólogos y canonistas, le negaba el título de obispo de Santiago, y le ordenaba se restituyese, en el término de quince dias, á su iglesia del Paposo, en donde debia de residir como obispo de Epifania, bajo la pena de suspension (1). Los miembros del clero de la provincia de Concepcion, sabiendo como sabian que la sentencia del arzobispo de Lima contra Guerrero se hallaba apoyada por el concilio de Trento y por una bula de Benedicto XIV, contrarrestaban el influjo de este obispo del Paposo, y le impedian (1) Gaceta de Lima: ¡Viva Fernando VII! no 17,

de ejercerlo en favor del jeneral Carrera, desacreditándolo por toda la provincia. Mas á pesar de eso, no dejó Guerrero de ponerse á predicar públicamente en las calles y plazas sobre los deberes que la salvacion de la patria y la defensa de sus nuevas instituciones imponian á los patriotas, siendo el primero y mas esencial de estos deberes una entera y ciega sumision á la autoridad superior militar. Estos sermones de Guerrero se estendian y ampliaban, en seguida, en proclamas llenas de sentimientos heróicos á los habitantes de la provincia, sentimientos desarrollados con la mas sutil arteria, y que se dirijian al fin principal de atraer de nuevo la jurisdiccion de Arauco al partido de Carrera. En este particular, el obispo Guerrero se espresaba sin rebozo, exortando, en nombre de la relijion y de la patria, á una contra-revolucion, prometiéndoles su bendicion y muchísimas induljencias.

CAPITULO XXXI.

La opinion jeneral favorable al partido del ayuntamiento. — Arribo de los auxiliares de Buenos-Aires.- El gobierno se traslada á Talca, dejando en su lugar un gobernador intendente. Oficio de intimacion á Sanchez y respuesta de este jeneral. El gobierno resuelve quitar á los Carrera los mandos del ejército, contra el parecer de O'Higgins, el cual aconseja á Carrera dé su dimision. Carrera resiste poyándose, para lejitimar su resistencia, en algunas corporaciones.— Toma de la Montonera Fontalva.— Arribada del Portillo á Arauco, y embarco de Cruz y de sus compañeros.Miguel Carrera da órden para que sus dos divisiones se replieguen á él.— Mackenna se va á Talca por mar, y negocia para que O'Higgins sea nombrado jeneral en jefe. — Luis Cruz renuncia, en nombre suyo y de su hermano, al mando del ejército, en favor de O'Higgins.- El gobierno depone á los tres hermanos.— O'Higgins va á Talca.- Miguel Carrera recibe el oficio de su reemplazo en el mando.

Ya el triunfo de la causa del ayuntamiento no era dudoso, puesto que la opinion jeneral se manifestaba en su favor y la revolucion contra los Carreras se hacia inevitable. La junta gobernadora, autora de esta revolucion, tenia mucho interés en aprovechar del estado de cosas, y de trasladarse con urjencia al medio dia para combinar sus planes, y trabajar en que el ejército abrazase la opinion jeneral.

En aquel momento llegaba de las cordilleras una colunna de trescientos hombres mandados por Santiago Carrera, los cuales componian el socorro que el gobierno habia pedido á la república de la Plata, cuando se esparció el ruido de la invasion de Osorio en el Huasco, y llegaban llenos de ardor por la defensa de la independencia americana. El presidente de la junta Miguel In

fante salió de la ciudad á recibirlos, con lo cual exaltó el entusiasmo de los habitantes en favor de aquellos jenerosos hermanos. Durante dos dias, hubo funciones públicas y particulares que probaban la simpatía y unanimidad de intereses y opiniones.

Este acontecimiento habia dado nuevas y mayores esperanzas al gobierno, y aun le habia inspirado un esceso de confianza verdaderamente pueril, en términos de que empezó á prever la rendicion del ejército enemigo como forzosa, en razon de su imposibilidad de hacer frente á las tropas que iban á reforzar el ejército del sur; porque, independientemente de los auxiliares venidos de la república de la Plata, se habian ya puesto en marcha las tropas de Alcazar y se habia levantado un nuevo batallon, mandado por Henrique Larenas, uno de los jefes de la espedicion de Buenos-Aires, con el nombre de auxiliar de la patria. Todas estas tropas, muy bien armadas y equipadas, no podian menos, en efecto, de influir poderosamente en los sucesos y el resultado de la nueva campaña. En este supuesto, ya el gobierno, reunido con el senado, habia tratado de los términos y condiciones de la paz que se le habia de conceder al enemigo, y de los diferentes destinos que se darian á las tropas, tan pronto como dicha paz fuese hecha; noble ilusion que probaba altamente que los miembros del gobierno pensaban lo que deseaban.

Esta confianza, real ó solo aparente, era muy propia á alimentar las esperanzas indefinidas, pero apasionadas, del pueblo, y en aquel instante sobretodo en que Santiago iba á quedar sin la junta gobernadora, y sin el ascendiente que ejercia sobre los turbulentos, se pensó en poner en su lugar un jefe, cuya autoridad

« AnteriorContinuar »