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fué proclamada gobernadora de la plaza. El rei Felipe III, por real cédula de 17 de agosto de 1613, premió sus heroicos servicios con una pension anual de dos mil pesos situada en repartimientos de indios.

No dejaron de considerarse la admirable intrepidez i la estraordinaria constancia de aquella dama esclarecida como un nuevo i manifiesto signo de la proteccion divina.

La heroína tuvo la honra de abrir las puertas de la ciudad al gobernador Quiñónes, que rompiendo por entre los rebelados indios, habia venido a socorrerla con un cuerpo de tropas.

Convencido Quiñónes de que no habia recursos para sostener la Imperial contra los continuos ataques de los araucanos, determinó abandonarla, llevando consigo a Concepcion a cuarenta i dos hombres, los únicos que habian sobrevivido, a muchas mujeres i niños, a la esforzada doña Ines, i la milagrosa imájen de Nuestra Señora de las Nieves.

En Concepcion, esta imájen fué reverenciada con gran devocion, i se fundó una cofradía para su servicio.

"En nuestra primera edad, dice el cronista Córdoba i Figueroa, vimos un estracto de los estatutos u ordenanzas de esta santa hermandad, el que de presente no subsiste, i en él se previene que se haga libro, como se acostumbra, en que se asienten los milagros que hiciere esta soberana reina (de que se infiere serian continuos, i que habrá hecho que cesen nuestra tibieza); i que siempre tuviese tres velos, i no se descubriese sin cierto número de luces; i esto se prevenia al hermano mayor."

Pero en fin, no obstante el denuedo i firmeza de los españoles, no obstante los milagros de la Vírjen, la Imperial se habia perdido.

Este habia sido el trájico resultado de la lucha. No faltaron quienes lo atribuyesen a castigo del cielo por la inhumana crueldad con que los conquistadores trataban a los indíjenas.

Entre otros, lo sostuvo así don Francisco Núñez de Pineda i Bascuñan en su Cautiverio Feliz (1). Mas era tal la fe de los españoles i de los americanos en la proteccion directa i visible de Dios en favor de los progresos de las armars del rei católico, que don José Pérez García, el cual escribió una historia de Chile mui erudita en 1788, se indigna contra la asercion de Bascuñan, que califica de audaz i temeraria.

"No queremos, dice, referir palabras tan desacatadas. Mas dirémos que estas destrucciones fueron mas castigo para los indios, que para los españoles; i que Dios, viendo que aquellos no aprovechaban de la relijion cristiana que se les enseñaba, les quitó los maestros, en que si para quitarlos, perdieron lo temporal, los indios perdieron lo eterno, haciendo un cambio mil veces peor, que el que Esau con Jacob, pues cedieron por recuperar la tierra, el cielo (2).

VIII.

El terrible alzamiento de Arauco, que comenzó con la muerte del gobernador Oñez de Loyola, i

[1) Bascuñan, Cautiverio Feliz, discurso 4, capítulos 1. i 2.

(2) Alvarez de Toledo, Puren Indómito, cantos 11, 13, 17 i 22.—Ovalle, Histórica Relacion del reino de Chile, libro 5, capítulos 12, 13 i 14. —Córdoba i Figueroa, Historia de Chile, libro 3, capítulos 21 i 22.-Olivares, Historia Militar, Civil i Sagrada de Chile, libro 5, capítulos 3 i 4.-Cosme Bueno, Descripcion del obispado de la Concepcion.--Pérez García, Historia Natural, Militar, Civil i Sagrada de Chile, libro 7, capítulo 17.-Carvallo, Descripcion Histórica-jeográfica del reino de Chile, parte 1., libro 3, capítulo 16.

que contó entre sus numerosos i tristes episodios la despoblacion de la Imperial, duró mas de cuarenta años del mas porfiado e incansable batallar.

Segun los cronistas nacionales, fué todavía una patente intervencion divina, la que puso término a tan espantosa serie de horrores i calamidades, impulsando a los soberbios e indómitos indíjenas a que pidieran la paz al gobernador don Francisco López de Zúñiga, marques de Baides, quien la estipuló solemnemente el año, de 1641 en el parlamento de Quillin.

Como mi propósito es mas bien que hacer disertaciones, presentar documentos por los cuales aparezcan las ideas de la época colonial sobre las materias de que trato, voi a dejar la palabra para referir estos nuevos milagros al jesuita Alonso de Ovalle, autor contemporáneo de aquellos su

cesos.

"I comenzando esta relacion, dice, dé principio a ella lo que parece le dió de parte de Nuestro Señor a ablandar los duros corazones de aquellos rebeldes araucanos, i moverlos a rendir las armas, i tratar de las paces que ofrecieron. I fué el haber visto el año antecedente en sus tierras algunas señales i prodijios, que interpretados a su rústico modo de entender, les sirvieron de presajios i pronósticos de que queria el cielo se volviesen a sujetar a los españoles, i diesen la obediencia a su rei. El primero fué haberse visto águilas reales, las cuales tienen por tradicion, se vieron ántes que entrasen la primera vez los españoles en aquel reino, i que despues acá no se han visto mas en él hasta el año de cuarenta, que dió principio a estas paces. La segunda señal fué la que por el mes de febrero del mismo año de cuarenta se vió i sintió en todas sus tierras, de que dan fe todos los indios, i los

cautivos españoles lo testifican con toda aseveracion; i aun en nuestros presidios i tierra de paz resonó el eco, sin saber de dónde naciese, juzgando en el campo de San Felipe cuando oyeron el estruendo, que disparaban mosquetes o piezas de artillería en los demas fuertes vecinos a él; i en éstos, juzgando lo mismo del de San Felipe, hasta que nuestros reconocedores lo fueron tambien del desengaño, averiguando el caso. I fué así: que en la tierra i jurisdiccion del cacique Aliante, reventó un volcan, i comenzó a arder con tanta fuerza, que arrojaba de dentro peñascos i grandes montes encendidos, con tan formidable estruendo, que del espanto i pavor afirman malparieron todas las mujeres que en todo aquel contorno habia preñadas.

"Viéronse en este tiempo en el aire formados dos ejércitos i escuadrones de jente armada puestos en campo í órden de pelea: el uno, a la banda de nuestras tierras, donde sobresalia i se señalaba un valiente capitan en un caballo blanco, armado con todas armas, i con espada ancha en la mano desenvainada, mostrando tanto valor i gallardía, que daba alientos i ánimo a todo su ejército, i le quitaba al campo contrario, el cual se vió plantado a la parte de las tierras del enemigo; i acometiéndole el nuestro, le dejó desbaratado en todos los encuentros que tuvieron; representacion que les duró por tiempo de tres meses, para que hubiese ménos que dudar, particularmente en los leídos i noticiosos de las historias romanas i del segundo libro de los Macabeos, donde se ven casos i prodijios semejantes, i que así se hiciese mas persuasible lo que afirman testigos de tanta calidad como son, entre otros, don Pedro de Sotomayor, doña Catalina de Santander i Espinosa i doña María de Sotomayor, españoles

cautivos, que entónces lo eran del enemigo, todos los cuales i los demas, así cautivos, como naturales de aquella tierra, añaden que fué en tanta cantidad la piedra que arrojó el volcan, i tan encendida, i tanta la multitud de ceniza ardiendo que cayó en el rio de Alipen, que ardian las aguas de manera que cocieron cuánto pescado habia en él; i corriendo su raudal hasta juntarse con el rio de Tolten, que es mui grande, le calentaron, i hicieron hervir sus corrientes, causando los mismos efectos desde que se juntaron los dos rios hasta la mar; de suerte que por tiempo de cuatro meses, ni se pudieron beber sus aguas, ni probar el pescado, que muerto dió en sus playas, i marjenó sus riberas, por el mal olor i sabor que el azufre les daba; i lo que no ménos espanta, con la abundancia de ceniza i piedras que el volcan arrojaba, rebalsaron estos rios, i rebozaron sus corrientes tanto, que llegaron sus aguas espesas como argamasa, a innundarles sus campos, hasta entrárseles por las puertas de sus casas, con tenerlas situadas en lomas, laderas i sitios eminentes.

"Prosiguió el fuego del volcan con tal teson i violencia, que partió por medio el cerro, por donde abrió boca cuando reventó, dejándole dividido en dos pedazos, el uno que cayó a la parte del oriente, i el otro a la del occidente; i la laguna de la Villarrica creció hasta derramarse por los campos, inundando las tierras i pueblos de los indios, que huyendo de la furia con que se les entraban por sus casas, no paraban hasta ganar las cumbres de los montes, donde aun se hallaban mal seguros de tanto peligros. Ni aumentó poco su pavor i miedo la espantosa vista de un árbol que vieron correr sobre las aguas tan sesgo i derecho, que no lo estuviera mas asido de sus raíces a la tierra que le produjo. Iba

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