Obras completas de don Andrés Bello, Volumen7

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Impreso por P. G. Ramírez, 1884

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Página 247 - ... presa que entre el rebaño mal segura pace? ¿Quién el que ya desciende pronto y apercibido a la pelea? Preñada en tempestades le rodea nube tremenda; el brillo de su espada es el vivo reflejo de la gloria; su voz un trueno, su mirada un rayo. ¿Quién, aquel que, al trabarse la batalla, ufano como nuncio de victoria, un corcel impetuoso fatigando, discurre sin cesar por toda parte . . . ? ¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?
Página 84 - Y el que observe con ojos filosóficos la historia de nuestra lucha con la metrópoli, reconocerá sin dificultad que lo que nos ha hecho prevalecer en ella es cabalmente el elemento ibérico.
Página 257 - Se fue tornando; la movible sombra De las nubes serenas, que volaban Por el espacio en alas de la brisa, Era visible en el tendido llano.
Página 257 - Era la tarde; su ligera brisa las alas en silencio ya plegaba, y entre la hierba y árboles dormía, mientras el ancho sol su disco hundía detrás de Iztaccihual.
Página 42 - Yo estoy tan perdido como dije: yo he llorado fasta aquí á otros: haya misericordia agora el cielo y llore por mí la tierra. En el temporal no tengo solamente una blanca para el oferta: en el espiritual he parado aquí en las Indias de la forma que está dicho: aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte, y cercado de un cuento de salvajes...
Página 84 - Jamás un pueblo profundamente envilecido, completamente anonadado, desnudo de todo sentimiento virtuoso, ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que ilustraron las campañas de los patriotas, los actos heroicos de abnegación, los sacrificios de todo género con que Chile y otras secciones americanas conquistaron su emancipación política.
Página 21 - Almirante lo dijo, se vido una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra.
Página 250 - Fecunda ¡oh Sol! tu tierra, y los males repara de la guerra. Da a nuestros campos frutos abundosos aunque niegues el brillo a los metales, da naves a los puertos, pueblos a los desiertos, a las armas victoria, alas al genio ya las Musas gloria.
Página 42 - En el temporal no tengo solamente una blanca para el oferta: en el espiritual he parado aquí en las Indias de la forma que está dicho. Aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte y cercado de un cuento de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros, y tan apartado de los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia, que se olvidará de esta ánima si se aparta acá del cuerpo. Llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia.
Página 43 - Mi hermano y la otra gente toda estaban en un navio que quedó adentro: yo muy solo de fuera en tan brava costa, con fuerte fiebre, en tanta fatiga: la esperanza de escapar era muerta.

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