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manos: les ayudamos en sus apuros segun su promesa, i luego que se hallaron menos oprimidos, no trataron de otra cosa que de doblar nuestras cadenas, i hacernos jemir eternamente en la antigua esclavitud.

Esta conducta del despotismo español hizo casi a un mismo tiempo su estrago en Buenos Aires, en Chile, en Quito, en Santa Fé, en Méjico, en Caracas, i en algunas provincias del reino de Guatemala. Los cabildos, convocando a sus pueblos, i llamando a los representantes de los otros, fueron en todas partes los autores de las revoluciones. En las asambleas que se celebraron para el establecimiento de las Juntas, no solo concurrieron las cabezas de familias americanas, sino tambien las europeas, dando el resultado de aquellas sesiones un firme testimonio de la verdadera voluntad jeneral. En esta capital se congregaron en el consulado mas de quinientas personas de la primera representacion del pais. ¿Cómo, pues, el Sr. Flores Estrada se atreve a asegurar, que nuestra revolucion es obra de unos pocos intrigantes? El entusiasmo de Méjico, que se ha visto en ejércitos de ochenta i cien mil hombres: el desprecio con que han mirado aquellos héroes las sacrílegas excomuniones de los ministros del terror i de la ignorancia: la constancia en la lucha, a pesar de los reveces de la suerte, ¿pueden acaso ser obra de unos pocos intrigantes? No ha hecho tanto la España, para acreditar su ódio nacional contra la Francia. Buenos Aires, que ha sostenido una guerra activa por todos los puntos de su territorio, que ha variado muchas veces sus jenerales i gobernadores, que ha derrotado casi siempre al enemigo, que se le há puesto delante ¿podia hacerlo sin contar con toda la disposicion de sus provincias? Chile, que ha cerrado sus

puertos al comercio de Lima, i ha desvanecido en un momento la furiosa tempestad que le amenazaba, ¿ seria capaz de lograr tan repetidas victorias, sino por el esfuerzo de todos sus naturales? ¿Santa Fé se mantendria en tanta tranquilidad, sino estuviese asegurado su gobierno en la opinion de cuantos obedecen i mandan? Vaya que et Sr. Flores i los que piensan como él, son malos lójicos cuando tratan de un negocio en que estan interesados.

Es cierto que nuestros pueblos no tomaron todo el interes, que debian por su libertad, desde el primer instante, en que los españoles descubrieron sus miras de conservarnos en esclavitud; pero tambien lo es, que fueron dóciles a la voz enérjica de aquellos hombres ilustrados, que les hicieron conocer el mal que les traia la dependencia de España, i el bien de su separacion. Si el hábito de vivir como esclavos nos habia adormecido para no sentir de pronto los estímulos de la libertad, la luz de nuestros derechos i el conocimiento de la impotente política de los tiranos, despertó nuestra sensibilidad i animó nuestro entusiasmo. Las reformas hechas en la administracion de las rentas estancadas por el antiguo despotismo, la extension que se procuró dar a nuestro comercio, a nuestras artes, a nuestra agricul- · tura, a nuestra ilustracion, fueron otras tantas pruebas, de que solo la felicidad de la patria habia sido el oríjen i la causa de nuestra revolucion: asi como el ódio, que se va corroborando mas i mas cada dia, contra el gobierno español, es el mejor documento que acredita el contento de nuestros pueblos bajo el gobierno de sus conciudadanos. Si en alguna parte, por desgracia, han habido americanos, que olvidados de su deber, se han manchado con alguno, o con todos los vicios de

los tiranos, esto en nada puede deslucir la empresa gloriosa de toda la América en jeneral, pues es cosa sabida, que Roma nada perdió porque fuesen romanos los Silas, los Tarquinos, ni los Nerones.

Cuando un Plutarco americano haya recojido los materiales suficientes para dar a la luz del mundo la historia de los héroes de nuestra revolucion, entonces veremos, que si en Grecia e Italia hubieron hombres virtuosos i amantes a su patria, no faltaron en América otros que los imitasen. Por ahora séale lícito a mi tosca pluma echar un solo razgo sobre el héroe, que brilla en el Perú, sobre el virtuoso Belgrano, que merece justamente el nombre de padre de los pueblos. Esta pequeña alabanza es el tributo que debe rendir todo hombre de bien a la virtud i al heroismo: no es del jénero de aquellas que se llaman lisonjas, i solo se prodigan por temor o por interes. Este hombre ilustre de nuestra revolucion, humano con sus enemigos, valiente en las batallas, moderado en la victoria, constante en los peligros, i prudente en todas sus resoluciones, al mismo tiempo que nos presenta el modelo de un gran jeneral, se nos aparece revestido de las prendas de un filósofo, i de las calidades mas apreciables de un patriota. Él pelea por la felicidad de su patria, i cuando ésta agradecida a sus servicios piensa recompensarlos con una suma considerable, la delicadeza del héroe no cree llenar los objetos de su virtuoso patriotismo, sino repartiendo su fortuna entre aquellos pueblos que padecieron mas bajo la tiranía de sus enemigos. Si estos pueblos reconocidos a la libertad, que les ha proporcionado este ánjel tutelar, intentan demostrarle su gratitud, i se preparan a recibirle con el regocijo que merece un redentor, él les ruega

encarecidamente, que no le rindan el homenaje que la esclavitud acostumbró rendir al despotismo. ¡Alma grande, espíritu sublime, que te averguenzas de ver las humillaciones de tus iguales! muestra a los enemigos de la revolucion de América, que la virtud es, i no el egoismo, quien da impulso a nuestra independencia. Has ver a todo el universo, que las virtudes de los americanos renovarán en estos paises los dias gloriosos de Esparta, de Atenas, i de Roma. Cierre sus torpes labios la negra envidia, i saque de entre la turba de asesinos, que mandan ejércitos en la Península, un hombre, que merezca los inmarcesibles laureles de Belgrano. Muéstreseme; que mis alabanzas, reservadas solamente a la virtud, no serán menos espresivas para el español, que lo que han sido para el americano. Entre tanto aquellos fanáticos, que predican, que nuestra revolucion es contraria a la lei de Jesucristo, vengan a tomar lecciones de piedad i de sabiduria del virtuoso jeneral Belgrano, honor de América i lustre de sus armas.

Antonio Tose' Irizarri.

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Sábado 28 de Agosto.

L Republicano se averguenza con razon de la conducta de nuestros gobiernos con el nombre de Fernando VII. Un rei solo en el nombre no es diferente de los príncipes de comedia. El mismo Ezeyza (*) con su uniforme de cirujano de ejército administraba mas poder sobre

(*) Un español que conspiró en Aconcahua contra el gobierno, i fué ejecu tado despues de ser juzgado con todas las formalidades de la lei.-El Editor.

los Andes, que D. Fernando preso en Francia sobre su adoradora España. A lo menos aquel tenia una fuerza, cuando este se halla sometido a la de Napoleon., Desde que su obstinada inocencia, o su complicidad, lo enajenó de sus estados, ni ha podido lejislar, ni ejecutar, ni juzgar. Le faltaron los tres poderes que antes ejercia, el primero por usurpacion, i los otros por tolerancia. Ninguno habia conferido la América a los Borbones por aquel pacto jeneral de los pueblos, que exclusivamente puede trasladar el uso de la soberanía. Pero bastaba que Fernando no estuviese en actitud de ejercer cl poder ejecutivo, para que perdiese la calidad i el nombre de monarca, que no es otra cosa que el primer ministro de la lei. Todos estos principios de hecho i de derecho se hallan tan repetidos en los papeles de la revolucion, como los que autorizan la independencia de la América.

Sorprendida por la conquista, i asolada por la barbarie de los conquistadores, el miserable resto de naturales que pagaba el piso en su propia casa, fué recibido bajo la tutela de los nuevos amos, que se lisonjeaban en sus leyes de conceder a los indios el privilejio de menores. El tiempo fué acabando los troncos de esos tiranos; i su descendencia reproducida en tres centurias por el matrimonio con las hijas de América, llegó a formar una familia numerosa capaz de vengar las injurias de sus abuelos, e insujetable a una lejislacion de neofitos i pupilos. El cuerpo político, en una palabra, creció, salio de la minoridad, i estuvo en aptitud de conocer los derechos que le inspiraban la naturaleza i la libertad sofocadas por el ambicioso despotismo. Estos derechos se desenvolvieron con la muerte civil del último rei de

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