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del Gobernador, y sin querer admitir al ejercicio los que mandó nominados, juntándose á cabildo el día 1.° de enero eligieron sus alcaldes como acostumbraban siempre; y como en las Indias no hay acción, por justificada que sea, que no se califique por delito y gradúe por desacato, si se opone, aunque sea en sombras, á la más mínima insinuación de un superior, bastó lo ejecutado en este lance para que D. Luis de Rojas, sintiéndose agraviado, los declarase por incursos en las indignaciones de su enojo; y tratando de pasar luego al castigo para desahogar con la venganza los ardimientos de su cólera, mandó llevar presos á Santiago á los cuatro regidores que habían hecho oposición á su dictamen.

Sentidos de esta demostración los demás vecinos de Caraballeda, reputando por agravio común el desaire que se hacia á sus regidores, desampararon la ciudad, mudándose los más á vivir á la Valencia; transmigraciones que con facilidad se hacían en aquel tiempo, porque siendo las casas de viviendas unos bujíos de paja, no reparaban los dueños en el poco costo de perderlas: esta resolución de los vecinos encendió más la cólera que ardía en el Gobernador, y dando nombre de motin declarado á la mudanza, procedió á la justificación de aquel delito, insertando como cómplices en él á algunos vecinos de Santiago, atribuyéndoles la culpa de que habían parte en el consejo: fué el principal á quien formó este cargo el capitán Juan de Guevara, persona de autoridad y que por su nobleza, méritos y caudal era de los que hacían cabeza en la república; quien viéndose calumniado injustamente, padeciendo los ultrajes de una prisión rigorosa en que lo tenía el Gobernador, trató de buscar recurso para aliviarse su trabajo y despicarse su ofensa; mas como para solicitarlo era preciso ocurrir á tribunal superior, valió.e de un mestizo, llamado Juan de Urquijo, de quien tenía satisfacción por ser de mucha actividad é inteligencia, á quien despachó con sus poderes á la corte á representar su queja y que en su nombre capitulase al gobernador D. Luis de Rojas, llevando afianzada la calumnia de los cargos que se obliga á probarle.

Llegó Urquijo con felicidad á España; pero siendo en ocasión que por estar ya D. Luis de Rojas para cumplir el tiempo de su gobierno, tenía el Rey proveído en su lugar á D. Diego de Osorio, general de las galeras que entonces se mantenían para guardar la costa de Santo Domingo, no pudo tener lugar la capitulación que pretendía; pero admitidos los cargos en el Consejo, se remitió su averiguación al juicio de residencia, cometiendo ésta y el desagravio de los presos al mismo D. Diego de Osorio, que ignorante de su promoción se hallaba en la isla Española gobernando sus galeras, hasta que llegando en su busca á Santo Domingo el mismo Urquijo, le entregó los despachos de su mano para que pasase luego á su gobierno, como lo ejecutó, tomando la posesión por fines del año 87, en que empezó D. Luis de Rojas á experimentar las mudanzas de su fortuna, pues cercado de los sobresaltos de reo entre los desconsuelos de malquisto, conoció, aunque tarde, la diferencia que hay de recibir adoraciones como superior ó afectar rendimientos como súbdito, pues publicada la residencia, como los agraviados eran muchos y poderosos los émulos, fueron creciendo las demandas y tomando cuerpo los capítulos; de suerte que embargados todos los bienes y puesto en una prisión, padeció aquel caballero las mortificaciones y desaires que no merecía su sangre, pues pasó á tanto extremo su desdicha, que llegó á pedir limosma para poder sustentarse; de suerte que movido de compasión el mismo Juan de Guevara que lo había capitulado, tomó por su cuenta el defenderlo, asistiéndole con cuanto hubo menester para su manutención; y después de fenecido todo el pleito, con generosidad más que piadosa, le dió quinientos doblones para que se fuese á España: acción por cierto propia de un corazón hidalgo, pues siendo el más agraviado no le embarazaron sus sentimientos para que obrase como noble y perdonase como cristiano.

Estas dependencias de D. Luis de Rojas dejaron en la vecindad aquellas resultas que traen siempre consigo las pesquisas, porque siendo varios los juicios de los hombres, no

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es fácil hallar conformidad en los dictámenes; y como no hay operación, por mal fundada que sea, que no tenga algún padrino que la apoye, no fueron las de D. Luis de Rojas tan descaminadas, que no lograsen la fortuna de gozar la aprobación de muchos que, empeñados en defender su opinión, dieron motivo á que se dividiese en bandos la república, originándose parcialidades y discordias que la perturbaron toda; á que se añadió después, para común disgusto y mayor daño, la venida del Licenciado Diego de Leguisamón, á quien la Audiencia de Santo Domingo envió el año de 88 á diferentes comisiones, siendo la principal de todas sobre el mal tratramiento de los indios, y averiguar el modo con que se procedió en su conquista: materia en que, hallándose comprendidos todos los más de los vecinos, fué consecuente pasar por la nota de culpados, entrando á la parte en el excesivo importe de condenaciones, costas y salarios con que procuró aquel juez aprovechar el tiempo para que no saliese inútil el trabajo, extendiendo los términos de la comisión de suerte, que no hubiera llegado el plazo de acabarse, si la ciudad, temiendo su destrucción, no hubiera tomado el expediente de enviar á Santo Domingo á Juan Riveros, hombre de suposición y que había sido Teniente General de la provincia, á que representase los excesos de Leguisamón y los perjuicios que padecía la vecindad, consumiéndose los caudales en los crecidos salarios de comisión tan dilatada; á que atendiendo la Real Audiencia de Santo Domingo, en vista de los instrumentos que presentó Riveros para justificar las razones que motivaban su queja, lo mandó suspender del ejercicio, y que tasados los salarios en la competente cantidad que correspondía á lo actuado, restituyese á las partes lo demás que había cobrado injustamente: beneficio que estimó tanto la ciudad, por verse libre de las vejaciones con que se hallaba oprimida, que para manifestar su agradecimiento á la solicitud y diligencia de Riveros, le hizo donación en sus ejidos de las tierras que llaman del Rincón.

CAPÍTULO IX.

Envía la provincia á Simónde Bolívar por su procurador á España: aplicase D. Diego Osorio á poner en forma las cosas del gobierno; y Juan Fernández de León puebla la ciudad de Guanare.

Desembarazado D. Diego Osorio de la residencia de don Luis de Rojas (entretenimiento que le dió bastantemente en que entender, por las agrias consecuencias de su resulta), trató de renovar la despoblada ciudad de Caraballeda, por la conveniencia que se seguía á la provincia de tener aquel puerto asegurado de la marina para la carga y descarga de los naos y más fácil expedición en las negociaciones precisas del comercio; pero quedaron tan desabridos los vecinos con los disgustos anteriores, que no fueron bastantes todas las diligencias de Osorio para reducirlos á que volviesen á poblarse, dando por excusa la poca seguridad con que vivían expuestos á la continua hostilidad de los piratas, por no tener reparo alguno en aquel sitio para poder defenderse.

Pero siendo preciso mantener puerto en la costa para la conservación del trato ultramarino, en que consiste todo el ser de la provincia, abandonado el de Caraballeda escogió D. Diego de Osorio el de la Guaira (poco más de una legua á sotavento) por la conveniencia de estar más inmedia

to para el trajín y comunicación con la ciudad de Santiago, de quien dista cinco leguas; y aunque por entonces sólo se fabricaron en él unas bodegas, que sirviesen para asegurar la carga de los naos, después poco á poco se fueron levantando algunas casas y agregándose allí algunos vecinos; de suerte, que con el tiempo ha venido á ser un razonable lugar, que coronado de artillería y guarnecido de ciento y treinta plazas de presidio, se gobierna por la dirección de un castellano, que siendo cabo militar de sus fuerzas, ejercita juntamente la jurisdicción ordinaria, como justicia mayor que es de aquel puerto, nombrado por el Gobernador y recibido por el Cabildo de la ciudad de Santiago: aumentos que debe aquel lugar á las primeras líneas que tiró para su formación D. Diego de Osorio, á cuyo gran talento y don particular de gobernar se confiesa obligada esta provincia, pues atendiendo á su lustre y á su mayor decoro, la perfeccionó por todos lados hasta dejarla entablada en aquella economía política que hoy goza, corrigiendo los abusos y enmendando los defectos que por descuido de sus pobladores adquirieron las ciudades con la mal formada planta que se les dió en sus principios.

Para esta reformación que ejecutó D. Diego de Osorio era preciso conseguir primero particulares órdenes del Rey, por lo que miraba á algunos puntos en que no podía arbitriar como Gobernador, por ser materias que para proceder en ellas necesitaba de facultad especial y jurisdicción delegada; pero como el Cabildo de Santiago se hallaba enterado de los buenos deseos de su Gobernador, fué fácil hallar salida para aquel inconveniente, pues deseando por su parte coadyuvar á lo que tanto importaba, nombró el año de 89 á Simón de Bolívar para que como procurador general de la provincia pasase á España, y representando al Rey las cosas que necesitaban de remedio, solicitase los despachos que pedía D. Diego de Osorio: en que anduvo tan diligente, ó por mejor decir afortunado, que llegado á la corte (ya por el año de 90), consiguió sin dificultad, no sólo los principales puntos de su encargo, pero otras muchas gracias y

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