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haber rejistrado muy buen trecho del continente. En otro viaje que Diaz de Solis ejecutó por disposicion del rey Fernando, reconoció tambien una parte del Brasil, pero este grande imperio ya le habia visto algunos años ántes el célebre Portugués Cabral, que una tremenda borrasca arrojara en aquellas rejiones, y que, navegando despues en direccion del sur, fue á recibir en el rio de la Plata una muerte tan atroz, cuanto gloriosa.

Era entretanto el golfo de Méjico teatro de inauditas violencias de la autoridad de los dos gobernadores, Ojeda, y Nicuesa, quienes, ya respondieran á la supersticion de la época, ya tambien á la voluntad de su monarca, de cualquier modo ellos descargaban inclementes sobre los Indios un brazo de hierro para que callados y sumisos doblasen la cerviz al yugo del evanjelio. Muy capaces ambos para gobernar, y contendiendo con empeño y celo por ver quien mejor desempeñaria el cargo, de presumir era que sus colonias gozasen, por lo menos, órden y elementos de estabilidad: no fue así; ántes sentian los estragos de la anarquía como casi todas las demas del nuevo mundo, y si en ellas se habian fundado algunos establecimientos de importancia, el desconcierto y las continuas guerras que habia que sustentar con los naturales, propendian á destruirlos, y ahogar todo jérmen de progreso y de prosperidad. Ya por fin, Vasco Nuñez de Balboa se apoderó á mano armada del gobierno de Darien, Nicuesa fue depuesto, y las cosas tomaron otro rumbo. Balboa era hombre de accion y arrojado; habia ido en muchas expediciones, y como oyera á los naturales del pais que el famoso mar del Sur, buscado con tanto ahinco por el inmortalColon, estaba á muy pocas jornadas de la colonia, se propuso descubrirle, y no paró hasta lograrlo, superando los

mayores peligros y grandísimas privaciones. Ufano con este suceso que tanta fama le diera, entró en la mar hasta que el agua le cubrió la rodilla, y con la espada en una mano, y la bandera en otra, aprehendió posesion de aquel vasto océano en nombre de su ilustre monarca.

Este hallazgo, ocurrido en el mes de setiembre de 1513, fue uno de los mas ruidosos del América, porque facilitaba nuevas vias al comercio, y un nuevo estímulo á la codicia, que así lo comprendió tambien el alentado cuanto sencillo Balboa, proponiéndose ademas, como se lo aconsejaba su fogosa imajinacion, que aquel mar era el paso seguro para ir á las islas de las especias. Ya habia mucho tiempo que Fernando apetecia llegar á este descubrimento, y Balboa se le participó, acompañando su respetuosa comunicacion con buena cantidad de oro, y una preciosa remesa de perlas, cuyo número y magnitud borraban totalmente el mérito de todas cuantas piedras de esta especie se conocian entónces; que así se propuso agradar al rey, inclinándole á que le perdonara el crímen de la revuelta, y le conservara su título de gobernador; pero estaba ya nombrado en su lugar don Pedro Arias, conocido bajo el de Pedrarias Dávila, cuando llegó á manos del príncipe el magnífico agasajo de Balboa.

No fue esta vez ingrato Fernando, quien á mas de perdonar el orijen á que debia Balboa su gobierno de Darien, le nombró inmediatamente adelantado del mar del Sur, y gobernador de las provincias de Panamá y de Coyba; pero no tardaron en disputarse sus atribuciones él y Pedrarias, y como este viera el grande ascendiente de Balboa sobre los colonos, con ruin perfidia le suscitó una causa de alta traicion, llevándole, por consecuencia, al palo; trájico fin que llenó de dolor y de consternacion

á todos sus partidarios, como que nada le motivara sino el consejo de la mas vil y vergonzosa envidia.

Pedrarias, al contrario, celebraba con hipócrita reserva esta injusta muerte, que, cubierta con el manto de un procedimiento legal, le descartó de un hombre sumamente respetable en el pais, pudiendo de este modo hacer de su único capricho la suprema ley de la administracion, y tal fue ella que no paró hasta desvastar y aniquilar aquellas ricas y hermosas rejiones, para trasladar en seguida la colonia sobre la costa occidental del istmo, dando fundamento á la ciudad de Panamá.

El malhadado Balboa habia afirmado en diferentes ocasiones, apoyándose en datos harto dignos de aprecio, que aquella era la puerta por donde habia de pasarse para llegar al pais de la verdadera riqueza; y como los colonos oyeran, en llegando á Panamá, que los naturales confirmaban esta misma voz con la mas hidalga é inocente franqueza, pronto se hizo la colonia el emporio de un crecido número de aventureros que, para contentar su codicia, comenzaron á proyectar nuevas empresas. Ninguna de las tantas como se empeñaron siguiendo la costa del sur, ninguna correspondió al deseo; mas no por ello se enfriaron las esperanzas, ni se postró el valor, sobre todo entre aquellos hombres cuyo querer y hacer fueron tan tenaces y enteros durante la conquista del nuevo mundo; ántes salen tres, verdaderamente extraordinarios, que dueños de harto caudal, ni temen aventurarle, ni presumen tampoco que todo el imperio del Perú pueda resistir á sus esfuerzos : fueron estos atrevidos, Francisco Pizarro, Diego Almagro, y Fernando de Lucas.

Admira el que estos tres sujetos vean en sí mismos

el conjunto de cuantos elementos son de contar para conducir á feliz término cualquier empresa, por extraordinaria y difícil que pudiera parecer. Era el primero hijo noto de un hidalgüelo; ni aun leer sabia, lo que no se ha de extrañar pues que pasó toda su juventud siendo un triste porquero. No podia acusar mejor oríjen el segundo, borde tambien hallado en la piedra de la villa de Almagro, cuyo nombre hubo de apropiarse, y criado de limosna, hasta que con la edad se le pudo dsatiner á las armas. En cuanto al tercero, un clérigo de Panamá, con escuela de primeras letras abierta, y algun viso en la colonia, bastara su dignidad sacerdotal. Desde luego dieron estos hombres principio á su colosal proyecto pasando á sentar en auténtica y legal forma, que Pizarro, como el de menos peculio, se encargaria de la parte activa y mas arriesgada de la empresa, es decir, de la conquista del Perú; que Almagro conduciria á Pizarro socorros de soldados y de municiones de todo jénero, cuando menester se hiciera, y volveria á Panamá con cuantos productos fueran rindiendo los descubrimientos; enfin, que Lucas permaneceria constantemente en la colonia, manteniendo relaciones amistosas y de interés con las autoridades, y procurándose medios para acudir á todas las necesidades de la expedicion; siendo de notar que este contrato, sobre ser autorizado por el mismo gobernador Pedrarias, recibió una sancion solemne por medio de las graves ceremonias de nuestro venerable y sagrado culto.

Tras esas prevenciones, Pizarro se echó en un bajel, y seguido de ciento y catorce soldados, pasó al reconocimiento del rico y misterioso pais, siempre en direccion del sud, y tomando tierra á medida que mas avanzaba;

porque le importaba ver el terreno, y entrar en relaciones con los naturales, como que ellos solos podian ministrar datos de donde inferir las disposiciones que á la empresa convinieran.

Ni el pais presentaba un aspecto halagüeño, ni los habitantes se mostraron serviciales; siendo de un carácter altivo y belicoso, vieron indignados la imprudente audacia de aquellos advenedizos, comprendieron que no podia ser otro su ánimo sino el hostilizarlos, y ni la trastienda, ni la táctica, ni la superioridad de las armas españolas, pudieron resistir al bizarro ímpetu de los Indios; viéndose Pizarro en la necesidad de abandonar el campo, y marchar precipitadamente á refujiarse en Chinchama, no muy distante de Panamá.

Ya en esto, andaba tambien Almagro la costa del sud ; llevaba un refuerzo de sententa hombres, y, no pudiendo dar con su socio, vino precisamente á tomar tierra al punto de donde aquel saliera tan malparado; pero los Indios le recibieron con no menos indignacion, y aunque de Almagro fuera la victoria, forzoso le fue embarcarse con pérdida de algunos muertos, y no pocos heridos, siéndolo él mismo de un flechazo que le saltó un ojo; suceso grave en un hombre de avanzada edad, y en un pais tan cálido. Tan mal trato, tanto disgusto, y viendo por otra parte cuan inútilmente rejistraba las aguas, dió vela para Panamá, perlongando siempre, y esto le procuró descubrir el asilo de Pizarro, sirviendo de singular consuelo á aquellos intrépidos emprendedores, que los reveses, las privaciones, y mas que todo, las enfermedades, traian ya rendidos.

Fue resultado de este encuentro que Almagro se llegase á Panamá por mas refuerzos, porque no podia

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