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«Cuando estuve en el sitio de la Paz i toda su campaña, oía lamentarse a mi capitán, de quien era yo asistente, i que se halló de cadete en la guerra de Italia. Le oía quejarse de las atrocidades que cometía la tropa, i, a su ejemplo, la jente agregada, i él me decía: todo esto no sirve, sino para justificar la causa misma que combatimos, i nuestras fatigas obran en razón inversa de nuestros designios, de los intereses de la nación i de la voluntad del rei.

«Sí, (me decía, enfurecido que me daba miedo) sí, contra la voluntad de ese buen viejo, piadoso, humano, sabio i caballero, de ese gran Carlos III, a quien yo vi, cuando era joven, mas hermoso que un Adonis i mas benigno que un ánjel, montado en su caballo el día 10 de mayo de 1734, entrar en Nápoles entre las cordiales aclamaciones de un pueblo cuyos corazones acababa de conquistar con la proclama en que le prometía un indulto jeneral de lo pasado, que no era poco, i cuyo exacto cumplimiento fijó la volubilidad de los lazarones, afianzando en sus augustas i dignas sienes, mas que las armas, la buena opinión, que es la fuerza moral, superior a todo....

«¿Ves (me decía, paseándose como un energúmeno, i tirándose sus pocos, blancos i venerables cabellos), ves esa insigne maldad que se ha cometido de condenar a una muerte infame al primo de Tupac-Amaru, que vivía retirado en la fe del indul

to real, promulgado por el virrei, solo por quitarle sus riquezas, a pretesto de que podría algún día alborotar la tierra?

«Pues esta picardía clamará siempre al cielo. Tú eres mozo, i verás sus malos efectos. El que la comete, con capa de una lealtad afectada, es un verdadero traidor; i al cabo se descubrirá. Yo he hablado así toda mi vida; i por eso, no saldré jamás de capitán......

«¡Ha! buen castellano! i ¡cómo se han cumplido tus predicciones! Los indios no han vuelto a tener quietud ni confianza; i el malvado juez fue uno de los primeros ingratos que se sometieron al gobierno

francés.

«También el capitán tenía libros que hablaban de esta tierra de Chile; i por cierto me acuerdo de haberle oído una noche lamentarse de las guerras, despoblaciones i muertes acaecidas en este reino; i me decía: Pues, oye chico; todo, todo tiene su principio en una excecrable atrocidad del conquistador don Alonso Reinoso, a quien prometía el valiente Caupolicán someter la tierra i los indios de pelea, con que solo le otorgase la vida, que, por otro lado, no podía quitarle como prisionero rendido. Lejos de ser sensible a la gloria de tanto bien, a su propio honor i al de la nación, se dio prisa a atravesarle con un madero aguzado. I concluía su relación, enjugándose los ojos, i dando unas patadas, que nos estremecían.

García

«Paisanito, ardides quiere la guerra. Pues yo también he oído, i no hace mucho, que a los niños se engaña con juguetes i a los hombres con juramentos. I si no diga usted que es una perfidia el finjir una retirada, armar una emboscada, un falso ataque i otras engañifas que se usan en las campañas para ganar ventaja sobre el enemigo. Las proclamas, amnistías, indultos son armas nuevas que no conocía sin duda el rancio capitán de usted, que sería un jentil hipócrita collón.

López

<<Precisamente era relijioso i mui valiente; i por lo mismo aborrecía esos vicios que usted le imputa, a los que atribuía la ruína de los estados mas florecientes.

«Decía que la guerra era el mayor mal, i que solo debía hacerse para obtener la paz; que ese monstruo tiene sus términos i ciertos diques que respetan los pueblos menos civilizados, i que jamás se propasan sin vituperio de la razón, honor i reli. jión, i sin que, a la corta o a la larga, retroceda el mal sobre el que dio el ejemplo.

«Las demás armas nuevas que usted dice, han sido prohibidas entre los que conocen la rectitud i entienden sus intereses. A mas solo sirven la pri

mera vez, porque luego las adoptan los enemigos; i lo único que ha venido a resultar de la funesta invención es un nuevo mal para la pobre humanidad, como sucedió con las bayonetas, que fueron ventajosas en una sola batalla a los que las descubrieron i las bombas en el sitio de Venloo; i después ya usted ve cuántos daños se han hecho con estos diabólicos instrumentos. Lo mismo i peor son los engaños, etc.

Atanasio

«Pues, amigo, una cosa parecida es el orijen de todas mis desgracias. Mi madre, viéndome subido en un peral, cuando era niño, me excitó a bajar, ofreciéndome un dulce mucho mejor i menos arries gado, que las peras. Apenas puse el pie en tierra, me asió del pelo, me zamarreó i maltrató sin misericordia, ni oír mis disculpas. Le tomé tal aversión por ello, que salí de casa, me quedé sin enseñanza, fuí un bribón, maté a pesares a mi buen padre, i por fin estoi en Juan Fernández, donde consumaré mi malicia i seré un desesperado enemigo de los hombres.

«¡Ah! honrado padre, cómo una imprudencia me forzó a serte ingrato, aunque interiormente te adoraba! Admite desde el cielo estos suspiros de un tardío arrepentimiento, i perdona a esa furia que me diste por madre. Talvez su buen deseo i errados principios me precipitaron en este abismo, i a ti en

el sepulcro. Admitiría con gusto ambos sacrificios, con tal que, sirviendo de escarmiento, fuesen los últimos. Permitan ustedes este desahogo a mi cruel dolor.

López

«Señores, la cosa se ha formalizado insensiblemente. ¡Qué sabemos si nuestras pláticas pueden ser útiles! De menos nos hizo Dios; i por menores comienzos, se han hecho cosas grandes. Servirán a lo menos para que los niños aprendan unas cosas que, aunque no sean mejores, no serán tan malas, como los romances de Francisco Esteban, la Isla deseada, o Roncesvalles, que fomentan ideas perjudiciales, vanas i picarescas. Ea! manos a la obra, i oigamos a estos avechuchos; algo adelantaremos; i usted, mi físico, que al cabo es mas listo, disponga el modo i suerte con nosotros

Atanasio

«En hora buena, i conmigo el primero, aunque renuncie a la compañía de mis caros burros, mis sufridos laboriosos bátavos, solos inocentes socios i auxiliares que me quedan sobre la tierra, i únicos que la habitarán tranquilos, habiendo sabido reunir el mas íntimo egoísmo con el mejor instinto, i principalmente con el de saberlo ocultar. Los abandonaré, mientras ustedes romancean, con la esperanza que, si se hacen ver los males padecidos, han de

de

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