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El 19 de diciembre se acordó: «que, cuando a la lectura de algún artículo, tuviera algún diputado observaciones que hacer, lo espresase así, a fin de que la comisión de constitución diese previamente esplicaciones; i que ningún discurso pudiera durar mas de cuatro minutos».

La constitución fue promulgada el 29 de diciembre de 1823.

Don Juan Egaña consiguió que, después del catecismo de la doctrina cristiana, ella fuese el libro de lectura en todas las escuelas.

Nunca rijió por completo en Chile, ni duró mucho tiempo vijente.

Era una máquina demasiado complicada para que pudiera funcionar en otra parte, que en el papel.

La representación nacional la declaró insubsistente el 10 de enero de 1825.

Don Manuel de Salas no tomó parte en su discusión, ni la firmó después de aprobada.

XIV

Don Manuel de Salas admiraba el talento de Camilo Henríquez, i compadecía su pobreza.

Deseoso de proporcionarle una renta para que éste pudiera subsistir, renunció a su cargo de bibliotecario a condición de que el redactor de la Aurora fuera nombrado en su reemplazo.

El director supremo don Ramón Freire i su ministro don Mariano de Egaña aceptaron el cambio.

Santiago, 22 de julio de 1823.

«Con arreglo a lo decretado en 19 del corriente sobre el establecimiento de una biblioteca nacional, he acordado i decreto:

«La biblioteca nacional será por ahora servida por un bibliotecario primero, con la dotación de quinientos pesos; un bibliotecario segundo, con la

dotación de cuatrocientos; un portero, con la dotación de ciento, distribuyéndose así los mil pesos señalados en el gobierno anterior para la dotación de sirvientes de una biblioteca.

2

«Tendrá la biblioteca un protector, para cuyo destino elijo desde ahora a don Manuel de Salas.

3

«Nombro para bibliotecario primero a don Camilo Henríquez; para bibliotecario segundo, a don José Miguel de la Barra. El bibliotecario primero nombrará el portero.

4

«Señalo dos mil pesos anuales sobre el ramo de vacantes para la compra de libros para el uso de la biblioteca.

<<Este decreto se refrendará por el ministerio de hacienda, insertándose en el Boletin.

«FREIRE.

«Mariano de Egaña».

Don Manuel de Salas reunió en la biblioteca nacional todos los manuscritos del redactor del Mercurio de Chile, que pudo haber a las manos.

Es de sentirse que no hubiera podido encontrar el Lautaro, drama orijinal compuesto por su amigo, cuyos borradores se estraviaron.

La intimidad con Camilo Henríquez atrajo a Salas críticas i sinsabores.

Varios corifeos del partido retrógrado, entre los cuales descollaba frai Tadeo Silva, le motejaban con acritud sus relaciones con un fraile apóstata (así le llamaban) que había colgado sus hábitos i sus creencias.

Don Manuel de Salas se limitaba a contestar

que tenía permiso concedido por el papa para leer libros prohibidos.

Cuando Camilo Henríquez falleció, don Manuel de Salas acompañó sus restos al cementerio, donde ocurrió la escena referida en el capítulo I de esta biografía, escena que me ha sido relatada por muchos testigos de vista.

No abandonó a su amigo ni en la vida ni en la

muerte.

El ilustre repúblico habría podido decir como la heroína de la Eneida: El troyano i el tirio serán tratados por mí sin distinción alguna.

Su corazón magnánimno semejaba a la biblioteca nacional puesta bajo su protección, en cuyos estantes había un hueco para todo libro de importancia cualquiera que fuese la relijión de su autor.

Don Manuel de Salas era partidario de la libertad de cultos.

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